domingo, 13 de julio de 2008

Capítulo 5: Dos Años Después

Ciudad de Arkangel. Capital de Abel, 2 años después.

Las calles de Arkangel mantenían su bullicio pese a la espesa niebla que cubría las calles y apenas permitía visibilidad mas allá de algunos metros. Sólo los mas ancianos de la ciudad eran capaces de recordar una niebla como aquella.

Django caminaba mas cómodo de lo que lo había hecho nunca desde que llegó a Arkangel dos años atrás. Aprovechando la niebla podía moverse sin levantar un ruido, sin forzar sus pisadas para que emitieran sonido. Podía caminar por callejones y las zonas mas oscuras, evitando miradas, sin tener que sonreír a cada persona con la que se encontraba, sin tener que fingir. Pese a la incomodidad que le causaban aquellas ropas y la ausencia del reconfortante peso de sus espadas en la espalda, sus movimientos eran gráciles y precisos. El hubiera preferido su ropa habitual pero no era la mas indicada para el encargado de la hacienda de una de las principales nobles de la ciudad, ahora tenía que mantener las apariencias para preservar la seguridad de Illian.

Había sido un golpe de suerte, tanto para ellos como para Lady Arschen. Django había hecho creer a todos sus contactos que tomaría camino hacia el dominio para luego emprenderlo hacia Arkangel, de esta forma ganaría algo de tiempo hasta llegar a la seguridad que proporcionaba la capital del Sacro Santo Imperio y donde Les Jaeger no se atrevería a actuar tan abiertamente para no romper la inestable paz y menos ahora que su muerte se haría notar al ocupar una posición de relativa importantica en la ciudad. Mientras utilizaban las vías menos transitadas de camino Arkangel Illian y el encontraron el carruaje de Lady Arschen rodeado por unos bandidos. La rápida actuación de Django puso a salvo a Lady Arschen y sus hombres supervivientes. Ella no pregunto a Django e Illian por que iban por ese camino y ellos hicieron lo mismo. Por petición de la propia Lady Arschen hicieron el resto del viaje juntos hasta Arkangel con la promesa de recibir el agradecimiento de la noble cuando llegaran allí. Pese a la negativa de Django cuando llegaron a Arkangel Lady Arschen decidió nombrarle administrador de sus terrenos y darle un titulo en la ciudad de Arkangel. Django rechazó el puesto en un inicio pero ante la insistencia de Illian y comprendiendo la seguridad que les daría terminó por aceptarlo.

Sin apenas darse cuenta Django había llegado hasta la puerta de su actual residencia, alejó todos aquellos recuerdos de su cabeza, recobró la compostura y volvió a comportarse como un sencillo administrador de hacienda, saludó amablemente a sus vecinos y entró en la casa. Al cerrar la puerta se apoyó sobre ella y emitió un leve suspiro. Se quitó la capa y la colgó junto al perchero, se soltó el pelo que llevaba recogido en una sobria coleta y dejó que callera sobre sus hombros. Todo se encontraba a oscuras y parecía que Illian aún no había llegado. Decidió no dar la luz, por alguna razón desde muy pequeño se encontraba mucho mas cómodo entre las sombras. Caminó escaleras arriba, descalzo, sin emitir un solo sonido, calmando su respiración, atento a todo lo que ocurría a su alrededor, siendo consciente en todo momento de que emitía cada ruido y de donde provenía. En ese momento algo lo sobresaltó, se detuvo y aguzó su oído había alguien mas en la casa, oía pisadas, leves, pero podía oírlas. Se detuvo a calcular el peso de quien las emitía. No era Illian, demasiado livianas. Caminó en absoluto silencio, calculando cada paso, cargando su peso siempre entre al menos dos tablas para evitar que crujieran. El sonido provenía de su habitación, se acercó a la puerta que estaba entreabierta y la abrió con cuidado el primer tramo para abrir el resto con velocidad y rodar mientras desenvainaba un pequeño puñal que siempre llevaba oculto en la vota para apoyarlo en el cuello de un gato siamés que le lamió la cara tranquilamente.

Django se obligó a si mismo a relajarse y guardó el cuchillo de nuevo en la bota. El gato caminó ante el y saltó hacia el quicio de la ventana y desde ahí saltó de nuevo a la calle. Django se acercó a la ventana y la cerró comprobando que el gato ya se había perdido entre las calles. Estaba totalmente seguro de haber cerrado aquella ventana por la mañana. Decidió alejar sus fantasmas y cerró la ventana sin más, si supieran que estaban allí ya estarían muertos, había pasado el suficiente tiempo como para relajarse, aunque aun así no era capaza de conseguirlo, no del todo. Finalmente el crujido de la puerta le devolvió al mundo real, se detuvo a oír los pasos y la forma de cerrar la puerta e instantáneamente supo que era Illian, se detuvo a escuchar sus gráciles pasos mientras subía por la escalera percibiendo el cambio en el crujido que provocaba el cambio de peso de Illian, sabiendo perfectamente que había abandonado su “disfraz” humano para adoptar su forma real. Cuando Illian entró en la habitación no necesitó girarse para saber que estaba entrando, su olor se lo había confirmado segundos antes. Ella caminó hacia él y lo abrazó por la espalda, introduciendo las manos bajo su camisa y acariciando su pecho. Acercó sus labios a su cuello y de ahí a su oreja, dándole un provocador mordisco que hizo estremecerse a Django, este se giró y tomando a Illian con fuerza en sus brazos la besó, aquel instante pareció durar eternamente como si el tiempo se detuviera a su alrededor, sus labios se separaron lentamente y cada uno se recreó en los ojos del otro durante largos segundos. No necesitaban decirse que se amaban, sus ojos hablaban por ellos. Illian tomó el nudo que sujetaba su vestido y tiró de él, el vestido cayó al suelo dejando su desnudez frente a Django, su piel pálida parecía emitir luz propia en aquella oscura noche, caminó hacia él, leve como el viento y tomó su camisa por la parte de abajo para quitársela mientras Django levantaba los brazos. Su pecho quedó al descubierto, fortalecido por años de entrenamiento en Les Jaeger un par de profundas cicatrices lo surcaban rompiendo la armonía de su musculatura. Ella le atrajo hacia sí y lo condujo hacia la cama.

_____________________________________________________________________________________

Puerta Principal de Arkangel, Ciudad de Arkangel. 2 Horas antes.

Alaric y Akari caminaban cubiertos por sus capas carmesíes, en parte para resguardarse del frío y en parte para ocultar sus rostros. Cuando llegaron al gran portón principal la guardia del Segundo Cielo les reconoció de inmediato y no les impidió el paso pues los templarios de Tol Rauko tienen franqueado el paso a la ciudad.

La versión oficial dice que están de visita rutinaria para presentar a Akari al templario mayor de la ciudad. La verdadera razón nunca será de conocimiento público y ni la propia emperatriz sabrá el auténtico motivo de la llegada de los templarios

Las calles de la ciudad estaban inusualmente vacías, como si aquella densa niebla se hubiera tragado a la población que habitualmente cubría las calles de colorido y ruido. Aquella situación les beneficiaba para cumplir sus objetivos sin llamar la atención de observadores inoportunos. Rectos sin dudarlo, separados por dos zancadas para poder cubrir diferentes ángulos en caso de ataque, caminaban raudos hacia el edificio que oficialmente hacía las veces de cuartel de Tol Rauko en la ciudad. Cuando llegaron los dos templarios que vigilaban la entrada les saludaron y abrieron el portón para que pudieran cruzar la puerta. Un sobrio salón decorado con los motivos de la orden les esperaba, mientras que un anciano hombre de pelo cano les miraba a través del cristal de unas gafas que ocultaban unos pequeños ojos oscuros.

-“Maestre Luvin, es un placer volver a verle. Me acompaña Akari Nagi.”

-“Diantres Alaric, pensé que las noticias de tu vuelta eran solo un rumor, pero es cierto que sigues vivo.”- El maestre Luvin detuvo su atenta mirada en Akari a continuación. –“No puedes negar que eres hijo de tu padre, joven. Eres su viva imagen. Ahora seguidme, el gran maestre quiere veros.”- Ambos siguieron al maestre hasta un largo pasillo donde descansaban las armaduras de los anteriores maestres. Justo antes de llegar a la puerta que esperaba al final del pasillo Akari pudo ver como Alaric se detenía unos segundos en mirar la última armadura que precedía a la puerta y apretaba parcialmente su puño. El maestre Luvin entró primero y anunció a los recién llegados:

-“Gran Maestre Adler se presentan los templarios Alaric Adler y Akari Nagi.”

-“Hazlos pasar.”- La voz del gran maestre sonó seca y directa y el maestre Luvin se apartó a un lado para dejar entrar a los dos templarios a la sala, lanzó un gesto conciliador a ambos y cerrando la puerta dejo la sala.

-“Así que era cierto que estabas vivo, hermano. Los rumores llegaron desde Adam raudos como el viento, y también que has acogido al hijo del traidor como alumno, que caritativo por tu parte.”- Akari fue a dar un paso al frente pero la firme manó de Alaric agarró con fuerza su muñeca hasta el punto de hacerle daño, Alaric estaba incluso más dolido que él por aquel comentario y aún así le obligó a mantenerse recto.

-“Hemos venido aquí a presentar informe y continuar con nuestra tarea, no a hablar de cuestiones personales Gran Maestre.”- Alaric pareció escupir la palabra maestre más que pronunciarla, cargada de tal desprecio que se acercaba más a un insulto que al honorable título al que hace referencia.

El Gran Maestre Alder tosió y se tragó sus propias palabras: -“Está bien, para esta misión el dominio ha enviado un emisario que colaborará activamente con vosotros para la consecución de la misión.”- Lanzó dos textos sobre la mesa encabezados por dos nombres, “Django Reindhard” e “Illian DuPont” con unas descripciones sobre los sujetos debajo. –“Ellos quieren a Reindhard y vosotros a DuPont, os vendrá bien colaborar.”- Hizo un gesto y un tipo apareció de entre las sombras como si siempre hubiera estado ahí, Akari se sobresaltó ligerametne mientras Alaric mantenía firme su compostura. –“Éste es el Padre Jasiek Dobrochna.”- La luz pareció incidir esta vez sobre aquella persona mostrando un rostro pálido con unos ojos azules, claros como el hielo, su pelo, de un rubio platino, estaba cortado a capas y caía liso hasta debajo de sus orejas. Llevaba vestiduras negras sujetas por varias cinchas de cuero que simulaban una sotana, en su cintura descansaba una espada larga del mismo color que sus ropas. Las miradas de Alaric y Akari se cruzaron con la del Inquisidor y se estudiaron mutuamente.

_____________________________________________________________________________________


Django despertó con los primeros rayos del sol, Illian, aún conservando su forma real dormía plácidamente a su lado. Las sabanas de seda se pegaban a su piel mostrando sus sinuosas curvas sin apenas disimular su figura. Django como cada mañana se detuvo unos segundos a mirarla hasta que obtuvo las fuerzas para ponerse en pie. Caminó sin emitir ningún tipo de sonido, desnudo, hasta que al alejarse de la cama Illian abrió los ojos.

-“Madrugas demasiado.”- Dijo con una sonrisa picara mientras se incorporaba levemente y se giraba hacia el apoyando su cabeza sobre su brazo izquierdo y llamándolo con el dedo. Django sonrió y se agachó a besarla, ambos se fundieron unos segundos mientras Django pensaba que no pasaría nada por llegar tarde a su puesto por primera vez en dos años.


Dos, tres, cuatro… faltaba un botón. Django comprobó que faltaba el último botón de la camisola ocre que se ponía mientras bajaba por las escaleras, no tenía tiempo de volver a por otra y esperó que el pantalón pudiera suplir esa sujeción mientras se metía la camisola por dentro. Tomó su chaqueta y la capa y salió veloz por la puerta, camino de la oficina de finanzas de la familia Arschen.

-“Ya debería estar aquí, Reindhard siempre pasa a esta hora.”- Django había aprendido en Les Jaeger que la escucha selectiva es una opción cuando no hay pistas y con el tiempo lo hacía de forma inconsciente. Esta no era la primera vez que le sacaba de un apuro. Django se pegó a la pared y trató de escuchar mas.

-“¿Y la chica?”- Dijo uno de los tipos al otro lado de la esquina. –“Entrarán en cuanto deje la casa.”- Django apenas tardó unos segundos en reaccionar, el nombre de Illian resonó en su cabeza al tiempo que se giraba para salir corriendo en su búsqueda, en ese momento solo pudo ver como un objeto se precipitaba contra su cabeza y después solo oscuridad.

_____________________________________________________________________________________


Django escuchaba el eco de un sonido metálico en la lejanía, todo estaba borroso a su alrededor, la cabeza le pesaba y apenas tenía fuerzas para levantarla. Escuchaba voces pero no era capaz de entenderlas y mucho menos de ubicarlas, parecían venir de todas partes y de ningún a la vez, todo daba vueltas a su alrededor.

El eco metálico parecía más cercano, las voces eran más altas, casi podía ubicarlas a su alrededor. Trató de concentrarse en diferenciarlas. Contó una, dos… no, eran tres voces distintas, hablaban un idioma que no comprendía. Poco a poco empezó a sentir sus brazos, le dolían, tenías las muñecas atadas a la espalda, tras lo que seguramente fuera el respaldo de una silla donde lo tenían sentado. Trató de mover los pies y obtuvo el mismo resultado, atados. Poco a poco su vista se fue aclarando, alzó la cabeza, a tiempo de ver a un tipo de piel oscura que caminaba nervioso de un lado a otro.

-“¿Quién demonios es ese tipo y porque nadie lo ha parado todavía?-“ Dijo el tipo que daba vueltas a sus dos subordinados.

-“No lo sabemos jefe, parece un bárbaro del norte, no entendemos como ha llegado hasta…”- La puerta cayó al suelo empujada por el cuerpo de uno de aquellos tipos que caía tras ella y quedaba inconsciente en el suelo. Tras él entró un tipo enorme con una capa de lo que parecía piel de eso, portaba un hacha enorme que más parecía un escudo. Uno de los tipos se avalanzó contra el lanzando un tajo vertical con su espada que Anvir detuvo interponiendo su hacha-escudo para aprovechar el desvío y lanzar un corte con ella que impactó en la espalda del tipo abriendo un profundo tajo. Anvir continuó el movimiento a tiempo de detenerse e interponer su arma para detener dos flechas que le lanzaban los dos tipos que custodiaban a Django.

-“¡Acabad con él!”- Gritó el que Django intuyó como líder mientras se alejaba unos pasos hacia atrás. Mientras tanto Anvir aprovechó para clavar su arma en el suelo y saltar apoyando su pie en ella para tomar impulso, tomó dos hachas de mano que llevaba en la cintura y las lanzó clavándolas en el pecho de los dos guardas que cayeron muertos al suelo. El jefe, último hombre en pie, empezó a retroceder tembloroso mientras desenvainaba su espada, Anvir caminó hacia él mirándole firmemente a los ojos. El tipo, tembloroso, lanzó dos estocadas a Anvir que este detuvo con sus propias manos para, a continuación y en un rápido movimiento coger la cabeza de aquel hombre y en un solo movimiento romperle el cuello con un desagradable crujido, el cuerpo inerte del tipo cayó al suelo, pesado como una roca.

Django recuperaba poco a poco el control de si mismo aunque apenas era capaz de concentrar la vista más de unos segundos y todo le daba vueltas. Sintió como sus manos le liberaban, seguramente gracias al tipo que había acabado con sus captores, a continuación sus pies quedaron libres y estuvo a punto de caer hacia el frente de no ser porque unos brazos le detuvieron, tuvo tiempo de enfocar una vez para ver la cara de Anvir, que le miraba sonriente, y de nuevo otra vez oscuridad.

_____________________________________________________________________________________


Django despertó de golpe y miró a su alrededor, estaba tumbado en una cama en una habitación que no conocía, por la decoración, simple y austera, dedujo que debía tratarse de algún tipo de posada. Entonces reparó en que el tipo que le había salvado estaba frente a él arrodillado en una especie de trance del que comenzaba a salir, sudaba notablemente y parecía agotado. Se puso en pie con cierta dificultad.

-“Veo que al fin despiertas. Ha sido difícil curar todo el veneno que tenías en el cuerpo, no iba a matarte pero estaba pensado para dejarte muy débil. Ahora debes descansar.”- Django se levantó de la cama con un leve quejido de dolor, estaba desnudo de torso para arriba y se veían perfectamente sus cicatrices. Tomó su ropa de la silla y comenzó a vestirse.

-“No es buena idea que te levantes, pero lo entiendo si tiene que ver con esto.”- Anvir tendió una nota a Django que este cogió y leyó de inmediato.

Si quiere volver a ver a Illian Du’Pont venga solo a Sura. Le estaré esperando. En la nota no había nada mas, Django no lo necesitaba para saber que era cierto, todo encajaba. Terminó de vestirse y se dirigió a la puerta, giró un segundo la cabeza y miró a Anvir que se ponía en pie: -“Gracias.”- Dijo secamente y cruzó la puerta camino de su casa.

_____________________________________________________________________________________

… Siento tener que dejar de gestionar su hacienda y le agradezco toda la ayuda que nos ha prestado a Illian y a mi todo este tiempo. Su deuda, si es que alguna vez la hubo, ha quedado saldada con creces. Si alguna vez está en mi mano volver a ayudarla tenga por seguro que así lo haré. Es el momento de despedirnos. Una vez más, gracias por todo Lady Arschen.

Django Reindhard.


Django terminó de escribir la carta y la dejó sobre la mesa, donde sabía perfectamente que Lady Arschen podría encontrarla. A continuación subió a la habitación y se desnudó quedando solo con la ropa interior. Levantó un tablón suelto del suelo y cogió una llave, lo único que había en su interior. Caminó resuelto hasta el armario metálico que tenía enfrente y lo abrió. En el guardaba su vieja armadura, la gabardina armada y sus espadas, tomó la armadura y se ajustó cada pieza como le habían enseñado durante su entrenamiento. Cada ajuste era importante, debía estar en el punto justo para no moverse pero sin quedar prieta y estorbar el movimiento. Ajustó así cada pieza, dedicando el tiempo necesario a cada una. Cuando acabó probó los movimientos, ajustó lo necesario y volvió a probar hasta que se sintió cómodo. A continuación tomó las dos espadas cortas y se las ajustó a la cintura, con precisión, al alcance de sus manos. Luego tomó la gabardina, el legado de su padre, y se la puso como tantas otras veces. Por último abrió el doble fondo del armario y tomó las otras espadas cortas, unidas por una cadena, las que solo usaba en casos de extrema necesidad, las ajustó en la espalda, en las ranuras que la gabardina tenía para ellas. Cerró el armario, ya estaba listo.

_____________________________________________________________________________________


Entrada principal de Sura. Abel. 48 horas después.


Django tomó una barca para descender por el río Zefir hasta Sura, pagó una fortuna para que el barco fuera directo y lo más rápido posible, lo suficiente como para comprar otro barco. El pueblo parecía muerto, totalmente a oscuras, solo una luz lejana en la plaza central parecía iluminar brevemente las calles más lejanas, ni un solo ruido llegaba de ningún punto. Django comenzó a caminar hacia la plaza con paso decidido.

Tras los años pasados en Les Jaeger Django pensaba que casi nada podía impresionarle, al contemplar el horror que tenía ante el no podía mas que decirse que estaba equivocado. Los cuerpos de lo que debía ser toda la población de Sura yacían apilados formando una montaña, desmembrados, cortados, torturados, sus muecas de dolor habían quedado perpetuamente quietas en la muerte que les dio el descanso definitivo. ¿Qué clase de monstruo podía haber hecho aquello?

-“Por fin has llegado. Has tardado tanto que he tenido que matar el tiempo con esta gente.”- El pequeño tintineo con el que pronunció la palabra matar sacó a relucir la rabia que sentía Django mientras apretaba el puño. Django se giró hacia el lugar donde provenía la voz, un tejado cercano a tiempo de ver al tipo que hablaba. Aquel tipo tenía unos ojos azules como el hielo a juego con su pelo platino. Vestía una sotana negra y portaba una espada larga en la cintura. Miraba con seriedad a Django con una sonrisa maliciosa. –“Tengo aquí algo que seguramente te interese.”- Dos antorchas se prendieron tras el iluminando una cruz de madera en la que Illian estaba clavada en una cruz.

-“Es preciosa, ¿verdad?”- Dijo mientras levantaba su ensangrentada cara tomándola de la barbilla. –“Es una verdadera pena que tenga que morir.”- Aquel extraño hombre desenvaino su espada y la puso en el cuello de Illian, en ese preciso instante Django saltó con todas sus fuerzas, se apoyó en una carreta y trató de llegar al tejado solo para chocar contra una barrera invisible que lo lanzó varios metros hacia atrás. Se levantó rápidamente limpiándose la sangre de la comisura de los labios a tiempo de escuchar algo que golpeaba el suelo frente a el, alzó la vista y vio algo rodar en su dirección. Tardó varios segundos en reaccionar, paralizado ante aquella visión. La cabeza seccionada de Illian se detuvo a escasos centímetros de sus pies, las lágrimas brotaron inconscientemente mientras la rabia recorría su cuerpo, llevó las manos a su espalda y asió sus espadas, las desenvainó en el mismo instante en el que oía como el tipo decía:
-“Matadlo, no es lo que estaba buscando.”- Varias sombras aparecieron de todas partes, rodeando a Django que terminó de desenvainar y gritó: -“¡MUERE!- En ese preciso instante el tatuaje de su mejilla izquierda se iluminó rojo y comenzó a desaparecer, la energía se arremolinó a su alrededor y en el preciso instante en el que el tatuaje desaparecía se concentró en su alrededor para a continuación formar una onda expansiva de polvo y energía. Cuando el polvo se asentó Django seguía en el mismo sitio, la energía seguía crepitando a su alrededor y parecía asentarse poco a poco, miraba al suelo y respiraba sonoramente, tenía las espadas asidas con tal fuerza que sus manos sangraban y las gotas caían al suelo. Al tiempo que el tipo de la sotana se giraba Django alzó la cabeza y le miró fijamente, sus ojos, que ahora brillaban rojos se cruzaron con los del padre Jasiek Dobrochna que, por primera vez en su vida, sintió miedo. Los tipos que habían aparecido de entre las sombras se levantaron, y trataron de abalanzarse hacía Django que, en un rápido movimiento asió sus espadas por el centro de la cadena y las hizo girar a su alrededor en un baile de muerte que acabó con todos los tipos muertos, en ningún momento apartó la vista del inquisidor. En el momento en que el último cuerpo de aquellos tipos caía inerte al suelo detuvo las espadas y las volvió a coger por la empuñadura, flexionó las rodillas y de un solo salto llegó al tejado para sorpresa del padre Dobrochna.

El inquisidor dio un paso hacia atrás pero no pudo esquivar el tajo que cortó desde su hombro hasta su pecho haciendo brotar gran cantidad de sangre, Jasiek reaccionó a tiempo de lanzar un impacto telekinético que lanzó a Django un par de metros hacia atrás, giró sobre sí mismo en el aire y cayó de pie, escupió la sangre de su boca. Como poseído se lanzó a la carga, Jasiek desenvainó a tiempo de parar el primer tajo, pero Django se movía a una velocidad sobrehumana y los tajos empezaron a sucederse en su pecho haciendo brotar la sangre. Lejos de preocuparle el inquisidor empezó a reír con una risa histérica, aún así, Django totalmente fuera de sí continúo atacando sin parar a Jasiek, cuya habilidad con la espada parecía mejorar por momento, ahora conseguía parar casi todos sus golpes e incluso lanzar algún contragolpe.

-“Oh, pero pobrecito, mírale, queriendo vengar a su amada. Quizá te consuele saber que mientras la torturaba no hacía más que gritar tu nombre una y otra vez... hasta que le corté la lengua.”- La risa brotó de su gargante como el rayo corta el cielo, el silencio cubrió toda la zona salvo por aquella risa, Django se detuvo y miró a Jasiek, gritó totalmente consumido por la rabia y las cadenas de sus espadas se rompieron por el eslabón central con un extraño brillo blanco y comenzaron a enroscarse en sus brazos, cuando estuvieron todalmente enroscadas cada parte del eslabón roto se clavó en su carne haciendo brotar algo de sangre, las cadenas comenzaron a crepitar como si algo las recorriera y un brillo rojo comenzó a aparecer, cada vez más fuerte en el filo de las espadas. Django alzó la vista y miró a los ojos de Jasiek, este parpadeo un segundo y Django ya estaba delante de él lanzando el primer tajo al hombro izquierdo, giro sobre si mismo y hundió su espada en el estomago del inquisidor para a continuación lanzar un corte que ahondó en el pecho de Jasiek con la otra espada a continuación propinó una patada en el pecho para arrancar la espada del estomago del inquisidor que dio varios pasos hacia atrás sangrando con profusión.

-“El maestro tenía razón, tienes algo mas, eres único… único.”- La sangre que brotaba de su boca apenas le permitía hablar, dio un paso más hacia atrás y trastabilló cayendo del tejado al suelo, muerto en el acto. En el momento en el que el foco de su rabia despareció los ojos de Django recuperaron su gris habitual y su tatuaje reapareció en su mejilla, las cadenas de sus espadas estaban unidas otra vez pero en sus brazos había dos heridas que comenzaban a cerrarse. Django recuperó el control solo a tiempo de caer de rodillas, debilitado por ese último ataque para el que había consumida la mayor parte de su energía vital, las lagrimas brotaron de sus ojos y un enorme vació cubrió su alma, sin apenas energía dejó que la inconsciencia hiciera presa de él y cayó contra el tejado, totalmente exhausto.