domingo, 13 de julio de 2008

Capítulo 5: Dos Años Después

Ciudad de Arkangel. Capital de Abel, 2 años después.

Las calles de Arkangel mantenían su bullicio pese a la espesa niebla que cubría las calles y apenas permitía visibilidad mas allá de algunos metros. Sólo los mas ancianos de la ciudad eran capaces de recordar una niebla como aquella.

Django caminaba mas cómodo de lo que lo había hecho nunca desde que llegó a Arkangel dos años atrás. Aprovechando la niebla podía moverse sin levantar un ruido, sin forzar sus pisadas para que emitieran sonido. Podía caminar por callejones y las zonas mas oscuras, evitando miradas, sin tener que sonreír a cada persona con la que se encontraba, sin tener que fingir. Pese a la incomodidad que le causaban aquellas ropas y la ausencia del reconfortante peso de sus espadas en la espalda, sus movimientos eran gráciles y precisos. El hubiera preferido su ropa habitual pero no era la mas indicada para el encargado de la hacienda de una de las principales nobles de la ciudad, ahora tenía que mantener las apariencias para preservar la seguridad de Illian.

Había sido un golpe de suerte, tanto para ellos como para Lady Arschen. Django había hecho creer a todos sus contactos que tomaría camino hacia el dominio para luego emprenderlo hacia Arkangel, de esta forma ganaría algo de tiempo hasta llegar a la seguridad que proporcionaba la capital del Sacro Santo Imperio y donde Les Jaeger no se atrevería a actuar tan abiertamente para no romper la inestable paz y menos ahora que su muerte se haría notar al ocupar una posición de relativa importantica en la ciudad. Mientras utilizaban las vías menos transitadas de camino Arkangel Illian y el encontraron el carruaje de Lady Arschen rodeado por unos bandidos. La rápida actuación de Django puso a salvo a Lady Arschen y sus hombres supervivientes. Ella no pregunto a Django e Illian por que iban por ese camino y ellos hicieron lo mismo. Por petición de la propia Lady Arschen hicieron el resto del viaje juntos hasta Arkangel con la promesa de recibir el agradecimiento de la noble cuando llegaran allí. Pese a la negativa de Django cuando llegaron a Arkangel Lady Arschen decidió nombrarle administrador de sus terrenos y darle un titulo en la ciudad de Arkangel. Django rechazó el puesto en un inicio pero ante la insistencia de Illian y comprendiendo la seguridad que les daría terminó por aceptarlo.

Sin apenas darse cuenta Django había llegado hasta la puerta de su actual residencia, alejó todos aquellos recuerdos de su cabeza, recobró la compostura y volvió a comportarse como un sencillo administrador de hacienda, saludó amablemente a sus vecinos y entró en la casa. Al cerrar la puerta se apoyó sobre ella y emitió un leve suspiro. Se quitó la capa y la colgó junto al perchero, se soltó el pelo que llevaba recogido en una sobria coleta y dejó que callera sobre sus hombros. Todo se encontraba a oscuras y parecía que Illian aún no había llegado. Decidió no dar la luz, por alguna razón desde muy pequeño se encontraba mucho mas cómodo entre las sombras. Caminó escaleras arriba, descalzo, sin emitir un solo sonido, calmando su respiración, atento a todo lo que ocurría a su alrededor, siendo consciente en todo momento de que emitía cada ruido y de donde provenía. En ese momento algo lo sobresaltó, se detuvo y aguzó su oído había alguien mas en la casa, oía pisadas, leves, pero podía oírlas. Se detuvo a calcular el peso de quien las emitía. No era Illian, demasiado livianas. Caminó en absoluto silencio, calculando cada paso, cargando su peso siempre entre al menos dos tablas para evitar que crujieran. El sonido provenía de su habitación, se acercó a la puerta que estaba entreabierta y la abrió con cuidado el primer tramo para abrir el resto con velocidad y rodar mientras desenvainaba un pequeño puñal que siempre llevaba oculto en la vota para apoyarlo en el cuello de un gato siamés que le lamió la cara tranquilamente.

Django se obligó a si mismo a relajarse y guardó el cuchillo de nuevo en la bota. El gato caminó ante el y saltó hacia el quicio de la ventana y desde ahí saltó de nuevo a la calle. Django se acercó a la ventana y la cerró comprobando que el gato ya se había perdido entre las calles. Estaba totalmente seguro de haber cerrado aquella ventana por la mañana. Decidió alejar sus fantasmas y cerró la ventana sin más, si supieran que estaban allí ya estarían muertos, había pasado el suficiente tiempo como para relajarse, aunque aun así no era capaza de conseguirlo, no del todo. Finalmente el crujido de la puerta le devolvió al mundo real, se detuvo a oír los pasos y la forma de cerrar la puerta e instantáneamente supo que era Illian, se detuvo a escuchar sus gráciles pasos mientras subía por la escalera percibiendo el cambio en el crujido que provocaba el cambio de peso de Illian, sabiendo perfectamente que había abandonado su “disfraz” humano para adoptar su forma real. Cuando Illian entró en la habitación no necesitó girarse para saber que estaba entrando, su olor se lo había confirmado segundos antes. Ella caminó hacia él y lo abrazó por la espalda, introduciendo las manos bajo su camisa y acariciando su pecho. Acercó sus labios a su cuello y de ahí a su oreja, dándole un provocador mordisco que hizo estremecerse a Django, este se giró y tomando a Illian con fuerza en sus brazos la besó, aquel instante pareció durar eternamente como si el tiempo se detuviera a su alrededor, sus labios se separaron lentamente y cada uno se recreó en los ojos del otro durante largos segundos. No necesitaban decirse que se amaban, sus ojos hablaban por ellos. Illian tomó el nudo que sujetaba su vestido y tiró de él, el vestido cayó al suelo dejando su desnudez frente a Django, su piel pálida parecía emitir luz propia en aquella oscura noche, caminó hacia él, leve como el viento y tomó su camisa por la parte de abajo para quitársela mientras Django levantaba los brazos. Su pecho quedó al descubierto, fortalecido por años de entrenamiento en Les Jaeger un par de profundas cicatrices lo surcaban rompiendo la armonía de su musculatura. Ella le atrajo hacia sí y lo condujo hacia la cama.

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Puerta Principal de Arkangel, Ciudad de Arkangel. 2 Horas antes.

Alaric y Akari caminaban cubiertos por sus capas carmesíes, en parte para resguardarse del frío y en parte para ocultar sus rostros. Cuando llegaron al gran portón principal la guardia del Segundo Cielo les reconoció de inmediato y no les impidió el paso pues los templarios de Tol Rauko tienen franqueado el paso a la ciudad.

La versión oficial dice que están de visita rutinaria para presentar a Akari al templario mayor de la ciudad. La verdadera razón nunca será de conocimiento público y ni la propia emperatriz sabrá el auténtico motivo de la llegada de los templarios

Las calles de la ciudad estaban inusualmente vacías, como si aquella densa niebla se hubiera tragado a la población que habitualmente cubría las calles de colorido y ruido. Aquella situación les beneficiaba para cumplir sus objetivos sin llamar la atención de observadores inoportunos. Rectos sin dudarlo, separados por dos zancadas para poder cubrir diferentes ángulos en caso de ataque, caminaban raudos hacia el edificio que oficialmente hacía las veces de cuartel de Tol Rauko en la ciudad. Cuando llegaron los dos templarios que vigilaban la entrada les saludaron y abrieron el portón para que pudieran cruzar la puerta. Un sobrio salón decorado con los motivos de la orden les esperaba, mientras que un anciano hombre de pelo cano les miraba a través del cristal de unas gafas que ocultaban unos pequeños ojos oscuros.

-“Maestre Luvin, es un placer volver a verle. Me acompaña Akari Nagi.”

-“Diantres Alaric, pensé que las noticias de tu vuelta eran solo un rumor, pero es cierto que sigues vivo.”- El maestre Luvin detuvo su atenta mirada en Akari a continuación. –“No puedes negar que eres hijo de tu padre, joven. Eres su viva imagen. Ahora seguidme, el gran maestre quiere veros.”- Ambos siguieron al maestre hasta un largo pasillo donde descansaban las armaduras de los anteriores maestres. Justo antes de llegar a la puerta que esperaba al final del pasillo Akari pudo ver como Alaric se detenía unos segundos en mirar la última armadura que precedía a la puerta y apretaba parcialmente su puño. El maestre Luvin entró primero y anunció a los recién llegados:

-“Gran Maestre Adler se presentan los templarios Alaric Adler y Akari Nagi.”

-“Hazlos pasar.”- La voz del gran maestre sonó seca y directa y el maestre Luvin se apartó a un lado para dejar entrar a los dos templarios a la sala, lanzó un gesto conciliador a ambos y cerrando la puerta dejo la sala.

-“Así que era cierto que estabas vivo, hermano. Los rumores llegaron desde Adam raudos como el viento, y también que has acogido al hijo del traidor como alumno, que caritativo por tu parte.”- Akari fue a dar un paso al frente pero la firme manó de Alaric agarró con fuerza su muñeca hasta el punto de hacerle daño, Alaric estaba incluso más dolido que él por aquel comentario y aún así le obligó a mantenerse recto.

-“Hemos venido aquí a presentar informe y continuar con nuestra tarea, no a hablar de cuestiones personales Gran Maestre.”- Alaric pareció escupir la palabra maestre más que pronunciarla, cargada de tal desprecio que se acercaba más a un insulto que al honorable título al que hace referencia.

El Gran Maestre Alder tosió y se tragó sus propias palabras: -“Está bien, para esta misión el dominio ha enviado un emisario que colaborará activamente con vosotros para la consecución de la misión.”- Lanzó dos textos sobre la mesa encabezados por dos nombres, “Django Reindhard” e “Illian DuPont” con unas descripciones sobre los sujetos debajo. –“Ellos quieren a Reindhard y vosotros a DuPont, os vendrá bien colaborar.”- Hizo un gesto y un tipo apareció de entre las sombras como si siempre hubiera estado ahí, Akari se sobresaltó ligerametne mientras Alaric mantenía firme su compostura. –“Éste es el Padre Jasiek Dobrochna.”- La luz pareció incidir esta vez sobre aquella persona mostrando un rostro pálido con unos ojos azules, claros como el hielo, su pelo, de un rubio platino, estaba cortado a capas y caía liso hasta debajo de sus orejas. Llevaba vestiduras negras sujetas por varias cinchas de cuero que simulaban una sotana, en su cintura descansaba una espada larga del mismo color que sus ropas. Las miradas de Alaric y Akari se cruzaron con la del Inquisidor y se estudiaron mutuamente.

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Django despertó con los primeros rayos del sol, Illian, aún conservando su forma real dormía plácidamente a su lado. Las sabanas de seda se pegaban a su piel mostrando sus sinuosas curvas sin apenas disimular su figura. Django como cada mañana se detuvo unos segundos a mirarla hasta que obtuvo las fuerzas para ponerse en pie. Caminó sin emitir ningún tipo de sonido, desnudo, hasta que al alejarse de la cama Illian abrió los ojos.

-“Madrugas demasiado.”- Dijo con una sonrisa picara mientras se incorporaba levemente y se giraba hacia el apoyando su cabeza sobre su brazo izquierdo y llamándolo con el dedo. Django sonrió y se agachó a besarla, ambos se fundieron unos segundos mientras Django pensaba que no pasaría nada por llegar tarde a su puesto por primera vez en dos años.


Dos, tres, cuatro… faltaba un botón. Django comprobó que faltaba el último botón de la camisola ocre que se ponía mientras bajaba por las escaleras, no tenía tiempo de volver a por otra y esperó que el pantalón pudiera suplir esa sujeción mientras se metía la camisola por dentro. Tomó su chaqueta y la capa y salió veloz por la puerta, camino de la oficina de finanzas de la familia Arschen.

-“Ya debería estar aquí, Reindhard siempre pasa a esta hora.”- Django había aprendido en Les Jaeger que la escucha selectiva es una opción cuando no hay pistas y con el tiempo lo hacía de forma inconsciente. Esta no era la primera vez que le sacaba de un apuro. Django se pegó a la pared y trató de escuchar mas.

-“¿Y la chica?”- Dijo uno de los tipos al otro lado de la esquina. –“Entrarán en cuanto deje la casa.”- Django apenas tardó unos segundos en reaccionar, el nombre de Illian resonó en su cabeza al tiempo que se giraba para salir corriendo en su búsqueda, en ese momento solo pudo ver como un objeto se precipitaba contra su cabeza y después solo oscuridad.

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Django escuchaba el eco de un sonido metálico en la lejanía, todo estaba borroso a su alrededor, la cabeza le pesaba y apenas tenía fuerzas para levantarla. Escuchaba voces pero no era capaz de entenderlas y mucho menos de ubicarlas, parecían venir de todas partes y de ningún a la vez, todo daba vueltas a su alrededor.

El eco metálico parecía más cercano, las voces eran más altas, casi podía ubicarlas a su alrededor. Trató de concentrarse en diferenciarlas. Contó una, dos… no, eran tres voces distintas, hablaban un idioma que no comprendía. Poco a poco empezó a sentir sus brazos, le dolían, tenías las muñecas atadas a la espalda, tras lo que seguramente fuera el respaldo de una silla donde lo tenían sentado. Trató de mover los pies y obtuvo el mismo resultado, atados. Poco a poco su vista se fue aclarando, alzó la cabeza, a tiempo de ver a un tipo de piel oscura que caminaba nervioso de un lado a otro.

-“¿Quién demonios es ese tipo y porque nadie lo ha parado todavía?-“ Dijo el tipo que daba vueltas a sus dos subordinados.

-“No lo sabemos jefe, parece un bárbaro del norte, no entendemos como ha llegado hasta…”- La puerta cayó al suelo empujada por el cuerpo de uno de aquellos tipos que caía tras ella y quedaba inconsciente en el suelo. Tras él entró un tipo enorme con una capa de lo que parecía piel de eso, portaba un hacha enorme que más parecía un escudo. Uno de los tipos se avalanzó contra el lanzando un tajo vertical con su espada que Anvir detuvo interponiendo su hacha-escudo para aprovechar el desvío y lanzar un corte con ella que impactó en la espalda del tipo abriendo un profundo tajo. Anvir continuó el movimiento a tiempo de detenerse e interponer su arma para detener dos flechas que le lanzaban los dos tipos que custodiaban a Django.

-“¡Acabad con él!”- Gritó el que Django intuyó como líder mientras se alejaba unos pasos hacia atrás. Mientras tanto Anvir aprovechó para clavar su arma en el suelo y saltar apoyando su pie en ella para tomar impulso, tomó dos hachas de mano que llevaba en la cintura y las lanzó clavándolas en el pecho de los dos guardas que cayeron muertos al suelo. El jefe, último hombre en pie, empezó a retroceder tembloroso mientras desenvainaba su espada, Anvir caminó hacia él mirándole firmemente a los ojos. El tipo, tembloroso, lanzó dos estocadas a Anvir que este detuvo con sus propias manos para, a continuación y en un rápido movimiento coger la cabeza de aquel hombre y en un solo movimiento romperle el cuello con un desagradable crujido, el cuerpo inerte del tipo cayó al suelo, pesado como una roca.

Django recuperaba poco a poco el control de si mismo aunque apenas era capaz de concentrar la vista más de unos segundos y todo le daba vueltas. Sintió como sus manos le liberaban, seguramente gracias al tipo que había acabado con sus captores, a continuación sus pies quedaron libres y estuvo a punto de caer hacia el frente de no ser porque unos brazos le detuvieron, tuvo tiempo de enfocar una vez para ver la cara de Anvir, que le miraba sonriente, y de nuevo otra vez oscuridad.

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Django despertó de golpe y miró a su alrededor, estaba tumbado en una cama en una habitación que no conocía, por la decoración, simple y austera, dedujo que debía tratarse de algún tipo de posada. Entonces reparó en que el tipo que le había salvado estaba frente a él arrodillado en una especie de trance del que comenzaba a salir, sudaba notablemente y parecía agotado. Se puso en pie con cierta dificultad.

-“Veo que al fin despiertas. Ha sido difícil curar todo el veneno que tenías en el cuerpo, no iba a matarte pero estaba pensado para dejarte muy débil. Ahora debes descansar.”- Django se levantó de la cama con un leve quejido de dolor, estaba desnudo de torso para arriba y se veían perfectamente sus cicatrices. Tomó su ropa de la silla y comenzó a vestirse.

-“No es buena idea que te levantes, pero lo entiendo si tiene que ver con esto.”- Anvir tendió una nota a Django que este cogió y leyó de inmediato.

Si quiere volver a ver a Illian Du’Pont venga solo a Sura. Le estaré esperando. En la nota no había nada mas, Django no lo necesitaba para saber que era cierto, todo encajaba. Terminó de vestirse y se dirigió a la puerta, giró un segundo la cabeza y miró a Anvir que se ponía en pie: -“Gracias.”- Dijo secamente y cruzó la puerta camino de su casa.

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… Siento tener que dejar de gestionar su hacienda y le agradezco toda la ayuda que nos ha prestado a Illian y a mi todo este tiempo. Su deuda, si es que alguna vez la hubo, ha quedado saldada con creces. Si alguna vez está en mi mano volver a ayudarla tenga por seguro que así lo haré. Es el momento de despedirnos. Una vez más, gracias por todo Lady Arschen.

Django Reindhard.


Django terminó de escribir la carta y la dejó sobre la mesa, donde sabía perfectamente que Lady Arschen podría encontrarla. A continuación subió a la habitación y se desnudó quedando solo con la ropa interior. Levantó un tablón suelto del suelo y cogió una llave, lo único que había en su interior. Caminó resuelto hasta el armario metálico que tenía enfrente y lo abrió. En el guardaba su vieja armadura, la gabardina armada y sus espadas, tomó la armadura y se ajustó cada pieza como le habían enseñado durante su entrenamiento. Cada ajuste era importante, debía estar en el punto justo para no moverse pero sin quedar prieta y estorbar el movimiento. Ajustó así cada pieza, dedicando el tiempo necesario a cada una. Cuando acabó probó los movimientos, ajustó lo necesario y volvió a probar hasta que se sintió cómodo. A continuación tomó las dos espadas cortas y se las ajustó a la cintura, con precisión, al alcance de sus manos. Luego tomó la gabardina, el legado de su padre, y se la puso como tantas otras veces. Por último abrió el doble fondo del armario y tomó las otras espadas cortas, unidas por una cadena, las que solo usaba en casos de extrema necesidad, las ajustó en la espalda, en las ranuras que la gabardina tenía para ellas. Cerró el armario, ya estaba listo.

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Entrada principal de Sura. Abel. 48 horas después.


Django tomó una barca para descender por el río Zefir hasta Sura, pagó una fortuna para que el barco fuera directo y lo más rápido posible, lo suficiente como para comprar otro barco. El pueblo parecía muerto, totalmente a oscuras, solo una luz lejana en la plaza central parecía iluminar brevemente las calles más lejanas, ni un solo ruido llegaba de ningún punto. Django comenzó a caminar hacia la plaza con paso decidido.

Tras los años pasados en Les Jaeger Django pensaba que casi nada podía impresionarle, al contemplar el horror que tenía ante el no podía mas que decirse que estaba equivocado. Los cuerpos de lo que debía ser toda la población de Sura yacían apilados formando una montaña, desmembrados, cortados, torturados, sus muecas de dolor habían quedado perpetuamente quietas en la muerte que les dio el descanso definitivo. ¿Qué clase de monstruo podía haber hecho aquello?

-“Por fin has llegado. Has tardado tanto que he tenido que matar el tiempo con esta gente.”- El pequeño tintineo con el que pronunció la palabra matar sacó a relucir la rabia que sentía Django mientras apretaba el puño. Django se giró hacia el lugar donde provenía la voz, un tejado cercano a tiempo de ver al tipo que hablaba. Aquel tipo tenía unos ojos azules como el hielo a juego con su pelo platino. Vestía una sotana negra y portaba una espada larga en la cintura. Miraba con seriedad a Django con una sonrisa maliciosa. –“Tengo aquí algo que seguramente te interese.”- Dos antorchas se prendieron tras el iluminando una cruz de madera en la que Illian estaba clavada en una cruz.

-“Es preciosa, ¿verdad?”- Dijo mientras levantaba su ensangrentada cara tomándola de la barbilla. –“Es una verdadera pena que tenga que morir.”- Aquel extraño hombre desenvaino su espada y la puso en el cuello de Illian, en ese preciso instante Django saltó con todas sus fuerzas, se apoyó en una carreta y trató de llegar al tejado solo para chocar contra una barrera invisible que lo lanzó varios metros hacia atrás. Se levantó rápidamente limpiándose la sangre de la comisura de los labios a tiempo de escuchar algo que golpeaba el suelo frente a el, alzó la vista y vio algo rodar en su dirección. Tardó varios segundos en reaccionar, paralizado ante aquella visión. La cabeza seccionada de Illian se detuvo a escasos centímetros de sus pies, las lágrimas brotaron inconscientemente mientras la rabia recorría su cuerpo, llevó las manos a su espalda y asió sus espadas, las desenvainó en el mismo instante en el que oía como el tipo decía:
-“Matadlo, no es lo que estaba buscando.”- Varias sombras aparecieron de todas partes, rodeando a Django que terminó de desenvainar y gritó: -“¡MUERE!- En ese preciso instante el tatuaje de su mejilla izquierda se iluminó rojo y comenzó a desaparecer, la energía se arremolinó a su alrededor y en el preciso instante en el que el tatuaje desaparecía se concentró en su alrededor para a continuación formar una onda expansiva de polvo y energía. Cuando el polvo se asentó Django seguía en el mismo sitio, la energía seguía crepitando a su alrededor y parecía asentarse poco a poco, miraba al suelo y respiraba sonoramente, tenía las espadas asidas con tal fuerza que sus manos sangraban y las gotas caían al suelo. Al tiempo que el tipo de la sotana se giraba Django alzó la cabeza y le miró fijamente, sus ojos, que ahora brillaban rojos se cruzaron con los del padre Jasiek Dobrochna que, por primera vez en su vida, sintió miedo. Los tipos que habían aparecido de entre las sombras se levantaron, y trataron de abalanzarse hacía Django que, en un rápido movimiento asió sus espadas por el centro de la cadena y las hizo girar a su alrededor en un baile de muerte que acabó con todos los tipos muertos, en ningún momento apartó la vista del inquisidor. En el momento en que el último cuerpo de aquellos tipos caía inerte al suelo detuvo las espadas y las volvió a coger por la empuñadura, flexionó las rodillas y de un solo salto llegó al tejado para sorpresa del padre Dobrochna.

El inquisidor dio un paso hacia atrás pero no pudo esquivar el tajo que cortó desde su hombro hasta su pecho haciendo brotar gran cantidad de sangre, Jasiek reaccionó a tiempo de lanzar un impacto telekinético que lanzó a Django un par de metros hacia atrás, giró sobre sí mismo en el aire y cayó de pie, escupió la sangre de su boca. Como poseído se lanzó a la carga, Jasiek desenvainó a tiempo de parar el primer tajo, pero Django se movía a una velocidad sobrehumana y los tajos empezaron a sucederse en su pecho haciendo brotar la sangre. Lejos de preocuparle el inquisidor empezó a reír con una risa histérica, aún así, Django totalmente fuera de sí continúo atacando sin parar a Jasiek, cuya habilidad con la espada parecía mejorar por momento, ahora conseguía parar casi todos sus golpes e incluso lanzar algún contragolpe.

-“Oh, pero pobrecito, mírale, queriendo vengar a su amada. Quizá te consuele saber que mientras la torturaba no hacía más que gritar tu nombre una y otra vez... hasta que le corté la lengua.”- La risa brotó de su gargante como el rayo corta el cielo, el silencio cubrió toda la zona salvo por aquella risa, Django se detuvo y miró a Jasiek, gritó totalmente consumido por la rabia y las cadenas de sus espadas se rompieron por el eslabón central con un extraño brillo blanco y comenzaron a enroscarse en sus brazos, cuando estuvieron todalmente enroscadas cada parte del eslabón roto se clavó en su carne haciendo brotar algo de sangre, las cadenas comenzaron a crepitar como si algo las recorriera y un brillo rojo comenzó a aparecer, cada vez más fuerte en el filo de las espadas. Django alzó la vista y miró a los ojos de Jasiek, este parpadeo un segundo y Django ya estaba delante de él lanzando el primer tajo al hombro izquierdo, giro sobre si mismo y hundió su espada en el estomago del inquisidor para a continuación lanzar un corte que ahondó en el pecho de Jasiek con la otra espada a continuación propinó una patada en el pecho para arrancar la espada del estomago del inquisidor que dio varios pasos hacia atrás sangrando con profusión.

-“El maestro tenía razón, tienes algo mas, eres único… único.”- La sangre que brotaba de su boca apenas le permitía hablar, dio un paso más hacia atrás y trastabilló cayendo del tejado al suelo, muerto en el acto. En el momento en el que el foco de su rabia despareció los ojos de Django recuperaron su gris habitual y su tatuaje reapareció en su mejilla, las cadenas de sus espadas estaban unidas otra vez pero en sus brazos había dos heridas que comenzaban a cerrarse. Django recuperó el control solo a tiempo de caer de rodillas, debilitado por ese último ataque para el que había consumida la mayor parte de su energía vital, las lagrimas brotaron de sus ojos y un enorme vació cubrió su alma, sin apenas energía dejó que la inconsciencia hiciera presa de él y cayó contra el tejado, totalmente exhausto.

domingo, 18 de noviembre de 2007

Capitulo 4: Generaciones

Algún lugar bajo la superficie de Moth.

Alaric dormitaba apoyado en la pared. No estaban demasiado seguros de cuanto tiempo llevaban en aquella lúgubre caverna, la perpetua oscuridad y los sucesivos combates habían provocado que perdieran la noción del tiempo.

Cansado de esperar decidió levantarse y acompañar a Maria en su guardia, al fin y al cabo el apenas necesitaba dormir. Hikari descansaba recostado frente al lugar donde el se encontraba segundos antes, exhausto por el uso de aquella técnica prohibida.

Alaric caminó unos pasos, su capa roja ondeó respondiendo al movimiento de su pesado cuerpo, que se erguía cerca de dos metros. Musculado por los largos años de combate, la armadura, hecha a medida cuando se convirtió en templario, parecía replicar la forma de sus músculos en aquel oscuro metal. En su pecho, intacta pese a los años de batalla refulgía la cruz carmesí de Tol Rauko. A su espalda, tan alta como el, quizá mas, descansaba una enorme zambatou oscurecida por la sangre pero que se mantenía en un estado impecable.

-“María.”- La grave voz de Alaric se extendió, fría, por los corredores de aquellas ruinas hasta ir perdiéndose poco a poco en la lejanía. María se giró, haciendo volar su pelo rojo, en una larga y rebelde melena que parecía desafiar las leyes de la física, en contraste, unos ojos de color verde oliva con la capacidad de arrastrar al mas puro de los espíritus al abismo, unos ojos que albergaban una tristeza que su bella sonrisa no podía disimular del todo. Su cuerpo, pequeño, grácil, se encontraba envuelto en una capa del mismo color que la de Alaric, ocultando una armadura ligera de bella factura decorada con una cruz carmesí puntada en la hombrera izquierda.

-“Alaric, debes descansar.”- La voz nació dulce, temblorosa, de la garganta de María mientras posaba sus ojos en los de Alaric.

-“Sabes tan bien como yo que no necesito descansar.”- Le respondió Alaric tomando asiento a su lado y apoyando la enorme zambatou en la pared.

Ambos se quedaron en silencio, mirando a la enorme caverna que se abría ante ellos, oscura, temible, como si la misma tierra hubiera abierto sus fauces para devorarlos.

-“¿Crees que lo conseguiremos?”- María rompió el silencio, sin apartar la vista de la caverna. –“Debemos llevar aquí casi dos semanas y aun no hemos encontrado ningún indicio…”- Paró de hablar de repente, sin saber que decir. Toda su fortaleza se vino abajo de golpe y rompió a llorar, saltando a los brazos de Alaric que abandonó su frialdad para abrazarla.

-“Lo conseguiremos, aunque tenga que recorrer cada galería de este maldito lugar, encontraremos a Akari, salvaremos a tu hijo y saldremos los cuatro de aquí.”- Alaric se mantuvo firme, seguro de si mismo, convencido de sus palabras, en realidad convenciéndose, tenía que transmitir esa seguridad a María, una seguridad que le abandonaba con el paso de los días.

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Algún lugar bajo la superficie de Moth, varios días después.

Hikari habría la marcha, a diferencia de sus dos compañeros portaba una armadura mas ligera cuya única parte metálica era la espaldera donde se encontraba la cruz carmesí. Portaba una Katana de bella manufactura, sujeta a la cintura, de empuñadura sencilla tenía una palabra en Yamato-su grabada en la empuñadura, “sabiduría”. Escasos metros tras el caminaban Alaric y María, los tres en silencio, visiblemente cansados.

Un ruido los devolvió a la cruda realidad, los tres se pusieron en guardia poniendo su espalda contra las paredes, con las manos en las empuñaduras. Dos guardias, frente a ellos, cada uno en un lado de la cueva, guardando una extraña puerta de roca redonda, con extraños grabados que ni ellos, pese a sus conocimientos, pudieron interpretar.

Los guardias reaccionaron… tarde. Hikari ya estaba a su lado cuando reaccionaron, envainando su espada, cuando el clic que anunciaba la sujeción del filo en la vaina las dos quimeras cayeron partidas por la mitad. El olor era asqueroso, formadas por partes de distintos animales y dotadas de cierta inteligencia las quimeras eran bastante comunes como guardia en lugares como aquel.

Los tres se reunieron frente a aquella enorme puerta giratoria y estudiaron los símbolos, cuando lo leyeron en profundidad llegaron a la misma conclusión: -“Solomon”- dijeron al unísono.

Hikari dio un par de pasos hacia la puerta y los símbolos arcaicos se iluminaron uno a uno formando un círculo perfecto. Una vez completado, la puerta se abrió. Hikari nunca había entendido por que la tecnología de Solomon reaccionaba ante el, tampoco había dicho nunca nada a nadie.

Reprimiendo con un gesto de la mano las preguntas de sus dos compañeros Hikari se adentró en la oscura sala recién abierta. Alaric y María lo siguieron acallando sus dudas, había prioridades, ya habría tiempo para las preguntas.

La sala comenzó a iluminarse poco a poco mientras las luces de los laterales se encendían una a una desde su posición hacia delante, iluminando la sala que se mostró poco a poco frente a ellos. El suelo estaba cubierto de polvo, un polvo acumulado durante siglos que explicaba lo viciado del aire. Frente a ellos en un trono descansaba la estatua de lo que debió ser alguien importante del pasado, por los adornos que mostraban sus tallas.

Ambos miraron en todas direcciones y no encontraron nada, de repente una voz cavernosa, lejana, que parecía venir de todas partes y ninguna comenzó a hablar en aquella sala en un idioma antiguo que solo alguien experimentado como ellos podría llegar a conocer:

-“Mis fieles siervos no solo me han traído a uno de los herederos, si no que han conseguido que alguien pueda romper el sello. Parece que tendré que recompensarlos… con una muerte breve e indolora.”- La voz sonaba mecánica, lejana, carente de vida.

La estatua comenzó a resquebrajarse dejando entrever partes metálicas debajo de aquella capa de polvo solidificada que le había dado sensación de piedra. Poco a poco, como si recuperara la movilidad tras largos años de parálisis se irguió haciendo temblar el suelo, cayendo pequeños fragmentos de piedra y tirando los restos del polvo solidificado sobre ella al suelo.

-“¿Donde has metido a mi hijo? ¡Devuélvemelo!“- María dio unos pasos hacia la estatua, gritando desesperada mientras las lágrimas de rabia recorrían sus mejillas. Rabia que cegó sus sentidos y la impidió ver el brazo de la estatua que descendía veloz sobre su cabeza.

El brazo cayó al suelo desviado y no impactó sobre María, a su lado Hikari envainaba la katana, en cuyo filo se pudo distinguir la palabra coraje en Yamato-su. La estatua, ahora sin brazo presentaba un corte perfecto, totalmente liso, sin ninguna irregularidad. Cuando la estatua fue a dar el siguiente paso cayó cortada en otros dos trozos que presentaban la misma perfección, anunciados nuevamente por el sonido de la katana al terminar de ser envainada.

Creyendo haber acabado con la amenaza los tres se relajaron hasta que la voz mecánica que esta vez provenía de un único punto que se ilumino ante ellos. De la puerta apareció un hombre alto, sin pelo en la cabeza ni en las cejas que portaba una túnica verde oscura raída adornada por ribetes dorados en contraste con su tez morena. En sus brazos, placidamente dormido descansaba un bebé de apenas unos meses.

-“Tsch”- El extrañó emitió un sonido silbante con sus labios indicando a los tres que guardaran silencio. –“Callad infieles, pues ante vosotros tenéis al quinto y último prelado que abrirá las puertas y traerá la consunción a este mundo de pecado.”- La voz del tipo sonaba grave, oscura, como si en su interior hubiera un pozo insondable y el eco de su fondo trajera la voz a la estancia en la que se encontraban. –“El Quinto prelado que abrirá el quinto y último sello ha nacido y ha sido encontrado por su guía, hoy se cierra el círculo.”- Las misteriosas palabras de aquel hombre hicieron dudar un segundo a Hikari y a Alaric, pero María no dudo y caminó hacia su hijo, para traerlo hacia sí, caminaba lenta, insegura hacia aquel hombre que bajo la vista hacia ella y alzo la voz que está vez pareció tronar, cargada de poder:

-“Pero vosotros, que habéis desafiado la voluntad del maestro no sois dignos de la purificación de su haz sagrado, no veréis la consunción. Que la cuna del quinto prelado sea la tumba de los infieles.”- Al terminar de pronunciar estas palabras el suelo se abrió bajo el grupo y todos cayeron al vacío mientras escuchaban el llanto de Akari alejarse.

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Algún lugar bajo la superficie de Moth. Varias horas después.

Alaric despertó desorientado y miró en todas direcciones, estaba tumbado y a su lado yacía María, inconsciente y respirando con dificultad. Alaric, alarmado, se levantó con velocidad y se acercó a María solo a tiempo de que la voz de Hikari respondiera a sus dudas:

-“Ha vuelto a caer en una de sus pesadillas, no consigo despertarla y esta vez lleva así desde hace horas, ambos habéis estado inconscientes desde que caímos, pude evitar la mayor parte del golpe, pero aun así os golpeasteis la cabeza.”- La voz de Hikari sonaba monótona, casi carente de vida, como si algo le hubiera arrebatado el aliento vital de las entrañas y hubiera dejado un cascarón de hueso y carne. Alaric entendía el porque, había abandonado toda esperanza y al mirar a su alrededor encontró la razón, la sala en la que se encontraban estaba sellada en todas direcciones, incluyendo el hueco por el que debían de caer y la oscuridad era completa, tanto que incluso su visión en la oscuridad parecía no funcionar del todo y estar sumida en la penumbra.

María despertó, cubierta en sudor miró en todas direcciones en busca de algo que sabía perfectamente no iba a encontrar, su hijo. Una vez devuelta a la realidad que la abofeteo una vez más con todas sus fuerzas, hundida las lágrimas brotaron sin control de sus enrojecidos ojos y se mantuvo tumbada mirando al infinito.

La desesperanza comenzó a invadirle a el también, mellando su ánimo, haciéndole consciente de que ya no había ninguna posibilidad de rescatar al niño, todo estaba perdido, la mejor opción era abandonar y dejarse morir en aquel lúgubre lugar. De repente se detuvo y miró en todas direcciones, apretó los dientes llenos de rabia y cogió su zambatou mientras miraba como sus compañeros ni siquiera reaccionaban al verlo, en ese momento entendió todo y susurró:

-“No hay prisión mayor que la que no tiene barrotes…”- Enarbolando su zambatou la alzó con ambas manos en el aire preparando un golpe vertical devastador mientras recitaba un ensalmo y dos energías comenzaban a flotar alrededor de la espada: -“Ilumina las sombras Licht, oscurece la luz, Dunkelheit. ¡Equilibrio!”- Al gritar esta última palabra Alaric hizo descender la zambatou con fuerza y un haz oscuro con el borde de pura luz nació del filo de la enorme espada iluminando la estancia.

María y Hikari parecieron reaccionar unos segundos después. Muy cerca de ellos Alaric estaba arrodillado manteniéndose en pie gracias a la zambatou, con la respiración acelerada y cubierto de sudor. Frente a el una especie de artilugio soltaba chispas, cortado por la mitad, así como la pared que había detrás de el, a sus pies una grieta hecha en el suelo, perfectamente alineada con el lugar donde se encontraba Alaric. María e Hikari comprendieron que Alaric había utilizado su ataque más poderoso para liberarlos de aquella prisión mental.

Alaric se puso en pie a duras penas para sorpresa de ambos, habitualmente no podía volver a moverse en varios días después de usar aquel ataque.

-“Debemos encontrar a Akari, démonos prisa”- Alaric comenzó a caminar cargando la espada con dificultad a su espalda y avanzando con paso indeciso. Tanto María como Hikari lo cogieron por los hombros y lo ayudaron a caminar. Alaric los miró enfadado un segundo pero apartó su orgullo por esta vez y aceptó la ayuda que le ofrecían sus compañeros.



Los tres caminaban con dificultad debido al precario estado de Alaric. Seguían la intuición de María como en las ocasiones anteriores, al fin y al cabo era la que les había conducido hasta allí. Las estancias estaban bien construidas y bien organizadas, les fue fácil orientarse piso tras piso, pues todos eran muy similares. Algunas horas después un llanto lejano, que María reconoció mientras le sobrecogía el corazón, les indicó que iban por el buen camino así que aceleraron el paso.


María abrió la puerta de la sala en primer lugar y la alegría invadió su cuerpo cuando vio a su hijo placidamente dormido en una cuna de bella manufactura. Se acercó a el y se sintió revivida cuando notó su tibia calidez junto a ella, lo arropó con cuidado con las mantas e hizo un gesto a sus dos compañeros para abandonar aquel lugar. Tenían que aprovechar todo el tiempo posible mientras pensaran que aun estaban muertos.

Los tres avanzaban todo lo rápido que podían buscando la salida de aquel lugar. Cruzaron varias salas sin encontrarse a nadie hasta que llegaron a un portón que conocían, tras el solo unas galerías de unos pocos cientos de metros les separarían de la salida.

Alaric, ligeramente recuperado, e Hikari empujaron la puerta para ver horrorizados lo que se presentaba ante ellos. En la enorme sala que había tras el portón descansaba un pequeño ejército formado por unas 500 de las quimeras que habían ido viendo a lo largo de las ruinas. Y en un atril, frente a ellos, a escasos metros, aquel tipo de tez morena arengaba a sus tropas en un idioma que no entendían pero si reconocían.

El tipo se giró ante ellos y lejos de estar sorprendido sonreía.

-“Al fin me habéis traído al quinto prelado para que contemple a su ejército.”- El tipo extendió los brazos esperando que maría le entregara al niño pero esta se echó hacia atrás, ocultándose tras Alaric e Hikari al tiempo que éste último saltaba desenvainando su Katana que fue detenida por un escudo invisible que rodeaba a aquel hombre.

-“El acero no puede traspasar mi escudo, estáis perdidos, Entregadme al niño y os prometo que no sufriréis… mas de lo necesario.”- A diferencia de la reacción que aquel tipo esperaba Hikari sonrió ante el al tiempo que el símbolo de la empuñadura y el del filo de su Katana se iluminaban y juntando su luz iluminaban a un tercero en el que se leía “Honor” en Yamato-su. La espada empezó a cortar el escudo como si fuera mantequilla y siguió el camino que debería haber seguido en un principio provocando un profundo corte en el hombro de aquel hombre que sangró con profusión mientras daba dos pasos hacia atrás con una mueca de indescriptible dolor que solo era superada por la de sorpresa. En cuestión de segundos la sorpresa y el dolor dieron paso a la ira. El tipo apretó con fuerza sus dientes hasta hacer sangras sus encías y extendiendo los brazos se elevó en el aire mientras gritaba: -“¡Matadlos a todos, incluido al niño! Aun queda otro candidato a quinto prelado…”- Susurró esto último entre dientes, mas para sí que para el resto mientras se marchaba. Los tres adoptaron una posición defensiva, Hikari dio la vuelta y miró a los ojos de Alaric con tristeza, este le comprendió enseguida. A continuación a los de María y por último miró a su hijo y sonrió. Giró la cabeza y miró al ejército, empuñó su Katana con una sola mano y cortó la otra con vehemencia cubriendo el filo de la Katana, haciendo comprender a maría.

-“¡Hikari, no lo hagas! ¡Morirás!”- Los gritos de maría llegaron tarde pues su esposo ya cargaba con velocidad sobre humana contra el ejército, a su alrededor las piedras temblaban y el suelo se agrietaba bajo sus pies a cada paso, una energía dorada parecía rodear su cuerpo, imitando la forma de su silueta.

-“Vamos, tenemos que aprovechar el tiempo que Hikari nos ha dado”- Alaric intentaba mantenerse frío y sereno mientras su mejor amigo se encaminaba a una muerte segura para darles una oportunidad de escapar. Alaric sabía perfectamente que ya no quedaba nadie vivo que pudiera utilizar el Berserk y luego sobrevivir.

-“No podemos abandonarle, Alaric. ¿Vas a abandonarle?”- María lloraba mientras Alaric prácticamente la arrastraba hacía la salida.

-“No, María, vas a fallarle tu quedándote, vas a dejar que muera en vano, el quiere salvaros a los dos… y yo no puedo luchar…”- Alaric hablaba apesadumbrado y sus palabras bastaron para convencer a María que se marchó entre lágrimas siguiendo a
Alaric que despejaba el camino con sus últimas fuerzas.


Hikari estaba rodeado por cientos de cadáveres a su alrededor, caminaba arrastrando los brazos, sus ojos, totalmente en blanco, carentes de vidas, sus movimientos, meros actos reflejos de un cuerpo que había sido enseñado a moverse durante años, un cuerpo maltrecho por las heridas que se movía con la misma agilidad que cuando estaba perfecto.

El cuerpo inerte de Hikari reaccionó ante un movimiento, tras unas sombras algo parecía acercarse hacia el y de las sombras brotó una voz grave y ronca:

-“Interesante… es la primera vez que veo algo así”- Antes de que el cuerpo de Hikari lanzará su ataque un bastón negro de roble anudado atravesaba su pecho y el cuerpo inerte de Hikari caía muerto, definitivamente.


Alaric caminaba a duras penas, arrastrando su zambatou que chirriaba contra la fría piedra del suelo. Ahora el cerraba la marcha y María iba delante, el peligro ahora estaba detrás. Aun así María se mantenía junto a él ignorando sus recomendaciones pero manteniéndose protectora con Akari que descansaba en sus brazos.

Alaric cayó hincando una rodilla en tierra y María se giró preocupada:

-“Alaric, tienes que aguantar. Mira, ahí está la salida, pronto lo conseguiremos y podré utilizar el hechizo de retorno para ponernos a salvo.”- María se acercó a el y le ayudó a levantarse, cargándolo sobre sus hombros volvieron a avanzar hacia la luz que ya asomaba en la lejanía.

Aquellos metros les parecieron kilómetros, los minutos, días. Pero al fin llegaron a la salida y la luz del sol los cegó durante unos segundos a la par que de alguna forma los reconfortaba en su interior. Akari despertó en ese momento y desperezándose iluminado por la luz del sol sonrío a ambos, inundándolos de esperanza.

-“Que estampa tan maravillosa, digna de las mejores fábulas. Es una pena tener que destruirla con mis propias manos.”- La voz del tipo de tez morena provenía de la cueva y cuando ambos se adaptaron a la nueva intensidad de la luz pudieron verle aparecer con una sonrisa sádica, a su alrededor el poder que generaba su cuerpo alteraba el entorno, distorsionándolo, la herida de su hombro pese a la profundidad ya se encontraba casi cerrada por completo.

-“No pudisteis morir en el supresor mental y aceptar una muerte fácil y aplacible. No. Tuvisteis que escapar y corromper al quinto, frustrar mis planes, ahora tendré que volver a esperar… pero vosotros… ¡vosotros sufriréis mi ira durante todos esos años!”- El hombre rompió en una carcajada de pura enajenación que aterrorizó a ambos, hasta que Alaric consiguió reaccionar.

-“María, rápido el conjuro de retorno.”- Alaric zarandeó a María a la desesperada y esta reaccionó con velocidad comenzando a invocar el conjuro. En el suelo a su alrededor se formó un círculo de luz azul que se iluminó rápidamente para luego extinguirse y desaparecer.

María y Alaric se miraron sorprendidos, estaban en el mismo sitio cuando deberían estar a cientos de kilómetros de allí, a salvo. Sin embargo Akari había desaparecido ante sus ojos, y en el preciso instante en el que fueron conscientes que el niño no estaba comprendieron todo.

-“Ya hemos sido declarados proscritos, no podemos volver.”- Alaric habló con pesadumbre y ambos se miraron con resolución en sus ojos, habían cumplido lo que habían venido a hacer a aquel lugar varios días atrás, salvar a Akari, y ahora este se encontraba en el lugar más seguro de Gaia.

El hombre los miró un segundo y apretó el puño con frustración:

-“No podéis protegerle, solo habéis retrasado lo inevitable, una vez os encierre iré en su búsqueda y durante años veréis como los demás sufren el peso de mi ira.”

María miró a Alaric y este entendió en su mirada lo que ella pretendía hacer y antes de que siquiera pudiera negar está ejecutó su movimiento y ante la mirada estupefacta de aquel hombre despareció para reaparecer en su espalda y sujetarlo con fuerza, reteniéndolo inmovilizado en la entrada de la cueva.


-“¡Ahora, Alaric, el sello de sangre! ¡Hazlo, no podré aguantar mucho más!”- En ese momento Alaric derramó una lágrima, una sola lágrima que cayó sobre el filo de su espada. En el preciso momento en el que la lágrima se rompía por el impacto Alaric cargó hacia el frente con la espada extendida hacia atrás y un amplío movimiento lanzó una estocada que atravesó de parte a parte a aquel tipo y a María. A continuación Alaric soltó la espada que se mantuvo sostenida en el aire hendiendo ambos cuerpos, pronunció unas palabras en voz baja y se dispuso a acercarse a la espada para sellar con su sangre el cuerpo de ambos, pero no llegó a la espada a tiempo, antes de que pudiera realizar un corte en la palma de su mano el hombre de tez oscura liberó un brazo y lanzó un golpe con sus manos que cortó la cara de Alaric cruzando su ojo izquierdo. Sonriendo triunfante aquel tipo no se dio cuenta de que la sangre que brotó del corte caía en la espada de Alaric completando el sello. La espada se iluminó, roja, en toda su envergadura y ambos comenzaron a convertirse en piedra mientras María gesticulaba la palabra adiós con sus labios.

Una vez convertidos en piedra el sello continuó hasta cerrar por completo la entrada a la cueva y dejar a ambos como eternos vigilantes de la entrada. Para completar el sellado Alaric extrajo la espada dejando un enorme hueco en la entrada sellada de la cueva, justo en el pecho de los cuerpos petrificados. Frente a ellos cayó de rodillas y clavando la espada en el suelo se quedó mirando la cueva que sepultaba a sus seres queridos.

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17 Años después. Adam, isla de Tol Rauko.


Akari estaba recostado en el tejado de la iglesia mirando las estrellas mientras mordía una manzana con energía.

-“Akari, piensas pasarte aquí toda la noche, mañana recibirás tu maestro para ser templario. ¿Estás nervioso verdad? Por fin el insondable Akari Nagi muestra un sentimiento humano.”- Una chica bajita de un extraño pelo azul se asomó detrás del campanario y pronunciando la última frase con sorna rompió a reír con la broma. Akari dio un bocado mas a la manzana fingiendo no haberla escuchado.

-“Vamos, Aka, podías sonreír alguna vez. Hazlo por mi.”- La chica puso cara de pucheros y arrancó una medio sonrisa de la cara de Akari que trató de ocultarla lo antes posible.

-“¡Has sonreído! ¡Lo he visto!”- La chica volvió a reír y su dulce risa inundó la zona, se respiraba paz y tranquilidad.

-“No he sonreído… y no me llames Aka, sabes que lo odio.”- Dijo Akari forzando una imagen de falso enfado mientras se erguía y la chica se sentaba a su lado cogiéndole la mano. Akari se la tomó con fuerza y tomó aire para preguntar, nunca se le habían dado bien esos temas.

-“Saya, tu… yo…”- Saya acercó un dedo y silenció con suavidad las dudas de Akari apoyando su dedo en sus labios.

-“Te esperaré el tiempo que haga falta, este es el hogar de las familias de los templarios de Tol Rauko… y tu eres mi familia.”- Saya besó a Akari en los labios y las preocupaciones parecieron abandonar su cuerpo, en ese momento solo estaban ellos, el cielo y un hueso de manzana rodando tejado abajo.

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1 Día después. Un acantilado en el borde de la isla de Tol Rauko.


5 personas esperaban en un pequeño llano cubierto de verde hierba, junto a uno de los acantilados que conformaban la isla que albergaba una de las organizaciones más poderosas de todo Gaia.

Akari lanzó una mirada a sus otros 4 acompañantes, el más joven de ellos debía de tener al menos 32 años y todos y cada uno habían formado parte de la guardia regular de Tol Rauko y se habían ganado por meritos propios la posibilidad de convertirse en templario. Sin embargo ahí estaba el, apunto de cumplir los 18 años y con las mismas posibilidades de alcanzar ese puesto… puesto que le permitiría alejarse de aquella isla y conocer el mundo.

Les habían dicho que se mantuvieran en aquella incomoda postura de firmes hace mas de dos horas y que esperaran a que su examinador viniera. El sabía perfectamente que aquella espera formaba parte de la prueba, comprobaban su disciplina y el no estaba dispuesto a moverse. No debió de pensar igual el más joven de sus compañeros cuando decidió estirarse tras escrutar el horizonte en busca del examinador. Según realizó aquel movimiento ante ellos aparecieron dos templarios y con un gesto hicieron entender al tipo que había suspendido, agachando la cabeza aceptó su situación y se marchó, a los demás les dieron permiso para descansar y así lo hicieron todos.

Frente a ellos los dos templarios examinaban con la mirada a los aspirantes. Uno de ellos llevaba una espada larga a la cintura y una armadura completa que sujetaba la tradicional capa roja de Tol Rauko, el otro llevaba una armadura de piezas que no cubría todo su cuerpo y la misma capa que era detenida a su espalda por una enorme espada que debía ser igual de alta que el portador, un hombre de casi dos metros.

-“Coged vuestras armas.”- El tipo de la espada larga habló en primer lugar. –“Va a comenzar vuestra segunda prueba. Debéis herirnos a uno de nosotros en las próximas cuatro horas, como mucho dos lo conseguiréis y los otros os marcharéis, sois libres de emplear los métodos que queráis. Comenzad.”- El tipo hablo calmado y dio unos pasos hacia atrás mientras ambos desenvainaban esperando a los candidatos.

Dos de los tipos se lanzaron sin dudar al ataque desenvainando sus espadas, Akari y el mayor de los aspirantes se quedaron estudiando la situación, ambos se miraron y comprendieron que si se ayudaban aumentarían sus posibilidades. Se asintieron mutuamente y atacaron a la par al instructor de la espada larga que se enfrentaba a uno de los otros dos aspirantes.

Akari y su nuevo aliado lanzaron un ataque aprovechando que el examinador reculaba, el ataque, prácticamente lanzado al unísono tomó de improviso al examinador que no pudo reaccionar y ambos impactaron a la vez haciendo sendos cortes superficiales en los brazos del templario que envainando su espada se retiró del combate y anunció el primero que pasaría la prueba:

-“Sebastian Sercks, pasa la prueba, puede mantenerse al margen del combate, los demás continúen.”- Los dos aspirantes restantes se giraron a tiempo de ver como el último de ellos conseguía herir ligeramente el hombro del pretoriano Adler que le declaraba apto para la siguiente prueba.

Los examinadores reunieron a los cuatro aspirantes en el punto inicial y para sorpresa de todos Alaric Adler anunció los que comenzarían su instrucción como templarios:

-“Sebastian Sercks y Akari Nagi serán entrenados por el Kaink Shiver y por mi respectivamente. Ambos han demostrado su entereza, su capacidad de adaptación, reacción y trabajo en equipo, sacrificando el bien de uno por la consecución de su objetivo final. Los demás volveréis a vuestros puestos. Eso es todo.”-

Dándose cuenta de su error los eliminados se marcharon con la cabeza agachada a causa de la vergüenza. Los dos aspirantes restantes siguieron a sus respectivos maestros de vuelta a la fortaleza de Tol Rauko.

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6 meses después. Profundidades del bosque de Cozal, Kanon.


La lluvia caía con fuerza sobre las copas de los árboles inclinando las ramas hasta el límite y arrancando las más débiles de ellas que yacían en el suelo embarrado. Aun era de día pero las oscuras nubes habían adelantado la llegada de la oscuridad impidiendo el paso de los últimos rayos del sol, oscuridad acentuada por cada una de las infinitas sombras que proyectaban los árboles.

Alaric abría la marcha, ambos caminaban en línea recta pisando en los mismos lugares para ocultar en las huellas de Alaric las de Akari, más pequeñas. Ambos se cubrían con sus respectivas capas y caminaban pegados a los árboles mas grandes, donde el suelo era más estable y más sólido debido a que se mojaba menos y la consistencia que daban las raíces.

Akari trataba de ocultar sus nervios, esta era su primera misión fuera de Tol Rauko tras el duro entrenamiento recibido y no quería fallar. El otro equipo incluido en esta misión estaba formado por Kaink Shiver y Sebastian Sercks, viejos conocidos, que se habían internado en el bosque desde la otra dirección para cubrir el mayor terreno posible en la menor cantidad de tiempo. Su misión era atrapar a un Daimah que había perdido la razón hace algunos meses y atacaba a todo el que entraba en “su” bosque, pues se había autoproclamado dueño y defensor del territorio. En un principio Tol Rauko había decidido no intervenir pero en los últimos días “El hombre-bestia” como le llamaban los pobladores cercanos, se había vuelto mas violento, aparcando sus técnicas de asustar a la gente por ataques directos, habiendo causado heridos y algunas desapariciones.

Alaric detuvo la marcha cuando la oscuridad fue total, aunque el podía ver sabía perfectamente que Akari estaba caminando a ciegas. Alaric detectó un enorme haya con
El tronco huevo que les protegería levemente de la lluvia.


La noche transcurrió tranquila y los leves rayos de sol que se colaban entre los restos de las nubes de la tormenta del día anterior despertaron a ambos que se pusieron en pie para reanudar la marcha. El suelo seguía embarrado pero comenzaba a secarse en las partes que menos agua habían acumulado durante la noche. Aunque calados y algo incómodos ambos siguieron con su misión en completo silencio. Silencio que con el transcurso de los días Akari había aprendido, no solo a respetar, si no a apreciar, pues había agudizado sus sentidos. Akari había descubierto a golpe de reprimenda que Alaric es un hombre de pocas palabras y un maestro estricto a la par que eficiente.

El camino que seguían continuaba adentrándose en el bosque que cada vez se volvía más angosto y oscuro. Akari se obligó a si mismo a mantener la calma y siguió a su maestro tal y como lo había estado haciendo desde que llegaron hace unos días. Mientras Akari pensaba en esto Alaric se detuvo en seco lo que provocó que estuvieran a punto de chocarse y que Akari evitó esquivando a su maestro.

Alaric decidió no prestarle atención y se fijo en el suelo y los alrededores con atención y añadió secamente:

-“Algo está afectando el bosque. Tenemos que darnos prisa. Se acabo el sigilo.”- Según pronunció estas palabras Alaric comenzó a correr en una dirección esquivando los árboles y Akari lo siguió de cerca.

Cerca de una hora después Alaric dio con lo que sospechaba. Ante el la que sin lugar a dudas sería una de las hayas mas viejas del bosque, que se alzaba imponente por decenas y decenas de metros era recorrida por unos extraños hilos negros. En su base había clavado un bastón negro de madera anudada y arrugada del que parecían nacer esos hilos, a su alrededor todo el bosque parecía corrupto, arrugado, retorcido. Alaric dudó un segundo y desenvainó su Zambatou, Akari hizo lo mismo con su Katana milésimas de segundo después. Instintivamente y sin darse cuenta se colocaron espalda con espalda y comenzaron a escrutar los alrededores que estaban sumidos en un silencio abrumador que fue roto por el tronar de varios gritos venidos de la espesura, sobre ellos comenzaron a saltar criaturas parecidas a perros, desfiguradas y locas por la rabia, de cuyas bocas caía una baba amarillenta que parecía ser ligeramente acida por el humo que levantaba al caer sobre el suelo.

Akari fue el primero en reaccionar y aprovechando el movimiento de acercamiento de la criatura realizó una finta que lo puso a su costado desde donde lanzó un corte perfecto que hizo trastabillar a la criatura que cayó rodando varios metros soltando una sangre oscura. Por su parte Alaric lanzó un corte horizontal que partió por la mitad a dos criaturas y lanzó a otra varios metros rodando con un profundo corte en el costado para acabar el movimiento apoyando la Zambatou en su hombro y buscando al próximo enemigo con su ojo bueno. Akari volvió a posicionarse inconscientemente a su espalda, como si de un acto reflejo se tratara y ambos giraban esperando que el siguiente de los 8 perros que aun les rodeaban decidiera atacar pero Akari no pudo esperar y apretando los dientes acumulo la energía de su entorno que se concentró a su alrededor hasta estancarse, almacenada. Cuando reunió el suficiente Ki Akari lanzó la última técnica que había desarrollado. Antes de que pudieran reaccionar Akari estaba detrás de los cuatro perros de su lado, dándoles la espalda. Estos iniciaron el movimiento de giro para caer muertos instantes después cortados por la mitad. Alaric no desaprovechó la oportunidad y lanzó una estocada frontal que atravesó de parte a parte al primero de los perros, para luego alzar su espada, con el cadáver de la criatura aun clavado y que salió por los aires con el movimiento y lanzar un corte descendiente contra el siguiente que lo dejó clavado junto a la zambatou en el suelo dejando a los 2 canes restantes a su izquierda y derecha respectivamente. Alaric soltó la espada que, clavada en el suelo, aun tenía hendido al animal moribundo, extendió sus brazos en cruz con las palmas de las manos abiertas y el suelo tembló a su alrededor, los ojos se le volvieron rojos y habló con una voz gutural:

-“¡Efrit!”- De las palmas de sus manos nacieron sendas llamaradas que redujeron a apenas cenizas a los dos canidos. Cuando el ataque terminó Alaric volvió a la normalidad y tomó su espada arrancándola del suelo y volviendo a colocarla sobre su hombro.

Akari se giró hacia Alaric y le sonrió a tiempo de ver como algo saltaba de los árboles con dos garras metálicas en las manos y se disponía a caer sobre su maestro, alguien que ninguno de los dos había sido capaz de oír ni detectar.

Akari trató de invocar nuevamente su técnica pero no tenía el Ki suficiente y no tenía tiempo suficiente de acumularlo, no podría llegar hasta Alaric a tiempo. Paralizado se quedó observando la situación mientras aquella figura caía sobre Alaric. Akari parpadeó un segundo para abrir los ojos al instante de oír el entrechocar de los metales y ver como Alaric había cambiado la espada de posición para detener el golpe y adoptar una postura defensiva y ahora detenía a duras penas la lluvia de golpes de aquella criatura que tenía más de animal que de humana. Akari no encontraba el hueco por el que unirse al combate para no estorbar a su maestro y se mantuvo expectante con su Katana desenvainada, a tan solo unos metros. Alaric por su parte seguía manteniendo a raya a la criatura que ahora conseguía hacerle retroceder acercándose a uno de los árboles oscurecidos por aquel extraño efecto que atenazaba aquella parte del bosque. Cuando estaba cerca las raíces del árbol comenzaron a atenazar los pies de Alaric y a atarlo contra su tronco. Akari reaccionó rápido y se interpuso entre la criatura y Alaric y su mirada se cruzó con la de la criatura, que en lugar de feroz se le apareció aterrorizada, suplicando ayuda, mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas, la voz, muda, que trataba de pedir auxilio a Akari, algo cálido cayó sobre sus manos mientras la vida abandonaba el cuerpo de la chiquilla, que no aparentaba más de 16 años y a la que aquella oscuridad había abandonado para solo dejar una cara atemorizada que suplicaba por su vida.

Akari se quedó paralizado, la daimah cayó sobre el inerte y soltando su espada Akari cayó de rodillas, la oscuridad que parecía corromper el bosque parecía desvanecerse, contrayéndose hacia el bastón que despareció ante ellos. Alaric, ya liberado se acercó a él y lo separó del cuerpo y cogió a la muchacha en brazos, la acercó al gran árbol, que ahora lucía en todo su esplendor y dejándola con delicadeza en el suelo la cerró los ojos.

Cuando volvió junto a Akari este se encontraba en la misma postura que estaba antes, mirando sus manos manchadas de sangre, paralizado ante la visión.

-“No siempre se puede salvar a todo el mundo Akari. Es algo que debes aprender si quieres convertirte en templario, aún estás a tiempo de dejarlo…”- Alaric pasó caminando a su lado mientras le dirigía estás palabras, lección que él aprendió hace muchos años. Akari se levantó y ambos caminaron en silencio.

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2 días después, Fortaleza de Tol Rauko. Tol Rauko.


Akari aún se veía raro con la armadura que le habían fabricado a medida, la cruz, pequeña en el refuerzo del cuello tal y como él la había pedido se le hacía extraña, así como la capa a la que debía acostumbrarse. Estaba sentado en el tejado en el que solía sentarse a meditar.

-“Al final lo conseguiste”- La voz de Saya reconfortó las dudas de Akari, como cada vez que la oía.

-“Supongo… pero, ¿a qué precio?”- Akari agachó la cabeza y miró al suelo hasta que los brazos de Saya le rodearon mientras le abrazaba desde la espalda y acercaba su cabeza sobre su hombro derecho y le besó en la mejilla.

-“Tu maestro lleva dos horas esperándote ahí abajo, deberías bajar… supongo que hasta su paciencia tendrá un límite.”

Saya apartó sus dudas, una vez más y su convicción volvió con fuerza, se giró besó a Saya en los labios y le dedicó una sonrisa antes de saltar desde el tejado para caer al suelo.

-“Me alegro que hayas decidido ser un templario… como tu padre.”

Akari se quedó helado unos segundos y antes de que pudiera contestar Alaric silenció sus dudas.

-“Tu padre fue mi compañero… hasta poco después de nacer tu. Ven tengo algo que darte y después responderé todas tus dudas.

Ambos caminaron hacia una vieja casa, de las más antiguas de Adam que Alaric abrió con una vieja llave. La casa cubierta de polvo se iluminó cuando Alaric pulsó un interruptor. Ambos se miraron y Alaric comenzó a caminar hasta un cofre que había en mitad de la sala y que abrió cogiendo algo envuelto en su interior. Caminó de vuelta hasta Akari y se la tendió. Este la tomó entre sus manos y quitó el trapo, ante él tenía una katana de bella manufactura en cuya empuñadura se podía leer en Yamato-su “Sabiduría”.

-“Fue de tu padre, ahora es tuya por derecho”- Alaric miró unos segundos con mirada paternal a Akari. –“Tomate tu tiempo hoy y disfrútalo con Saya, mañana partimos hacia Kaine, tendremos todo el camino para que pueda responder tus preguntas.”- Para Akari pareció ser suficiente y volvió junto a Saya mientras Alaric se marchaba desapareciendo en la lejanía.

viernes, 24 de agosto de 2007

Capitulo 3: Un Halcon Entre Cuervos

Castillo de Larcs. Du’Lucart, Capital de Lucrecio.

Los pasillos del castillo estaban oscuros, solo iluminados intermitentemente por la luz que proferían los rayos de la tormenta que había fuera. Llovía con fuerza, golpeando los cristales y amortiguando las voces que salían de la única sala iluminada de todo el ala izquierda.

-“Si el príncipe se entera estamos muertos, ha demostrado mucho interés en esta niña, y ambos sabemos que el príncipe no es de los que muestran su interés…”-

-“Calla, cuando hayamos conseguido esto con éxito nos convertiremos en la mano derecha de Lucanor, tal como lo fue Loctus. Somos sus mejores científicos, no nos matará… y menos cuando vea nuestro éxito, donde Loctus fracasó nosotros prosperaremos.”

-“Pero nadie ha sobrevivido sin secuelas después de someterse a mas de un 3% del proceso, es el limite… un 25%... vas a convertirla en un monstruo y si no nos mata la cría lo hará el príncipe.”

El primero de los dos hombres ataviados con batas blancas ignoró las peticiones de su compañero y siguió preparando el experimento. En un potro, atada fuertemente de pies y manos yacía inconsciente una niña de apenas doce años. Su larga melena rubia le caía revuelta entre la cara y por la parte de atrás del potro. Llevaba un pijama de color azul que contrastaba con la ausencia de colorido de la sala.

-“Aunque consiguieras que no tenga secuelas su dependencia sería enorme, se acabaría volviendo loca. Ya hemos fallado con los otros ocho especimenes.”

-“Bueno, el nueve es mi número de la suerte”


Castillo de Larcs. Du’Lucart, Capital de Lucrecio. 6 Meses después.

Lucanor Giovanni caminaba hacia la entrada del castillo, Daaku, su mascota, una pantera negra de gran envergadura, caminaba apenas unos pasos detrás de el. Cuando alcanzó la entrada pudo ver al mayordomo, uno de sus cuervos como la mayor parte del personal del castillo, le esperaba junto a dos jóvenes que se encontraban visiblemente nerviosos.

-“El Príncipe Lucanor Giovanni Frey les recibirá ahora”- Con esta palabras el mayor domo se rió y dejo a los tres hombres y la pantera solos. Los dos jóvenes miraron a la pantera y apunto estuvieron de echar a correr.

-“No se preocupen es inofensiva… para ustedes”- Ambos creyeron captar una leve sonrisa en Lucanor para luego darse cuenta que el rictus neutral de su cara no había cambiado en absoluto. –“Imagino que saben para que han sido traídos aquí. Dos de mis mejores científicos sufrieron un… accidente, mientras investigaban en su último proyecto y necesito sustituirlos y según tengo entendido las suyas son las mentes mas prometedoras de mi Universidad. Ahora, síganme, les enseñaré el ala donde van a trabajar.”- A los chicos les pareció haber notado cierto énfasis en la palabra “mi” al referirse a la universidad, aunque no estaban muy seguros, parecía que el tono de voz de Lucanor no había cambiado para nada a lo largo de toda la conversación.


Taberna Río de Espuma. Deimos, Frontera entre Gabriel y Phaion Eien Seimon.


La taberna estaba tenuemente Iluminada por algunas lámparas y una chimenea que crepitaba al fondo, creando decenas de lugares oscuros, los más requeridos del local. El Río de Espuma era conocido a partes iguales por la calidad de su cerveza como por la calidad de sus peleas. Cada día, regularmente durante años, se formaban varias trifulcas en las que participaba todo el mundo, bien como contendientes, bien como apostadores y aquel día no era para nada distinto, dos tipos luchaban cerca de la barra y la gente gritaba enardecida:

-“20 monedas por Johnny!!”-

-“50 a matarratas!!”

-“Otras cincuenta a Jhonny Matarratas!!”

La gente parecía muy segura de a quien apostaba y el tanteo estaba 10 a 1 a favor de un combatiente vestido con un ligero traje negro, ajustado por un fajín naranja. Cuando las apuestas estaban a punto de cerrarse alguien alzó su voz entre la multitud:

-“100 monedas por Shasham”- Aquel hombre, que tapaba su rostro con un elegante sombrero de ala ancha era el único que había apostado por el Kushistaní de dos metros de altura que se enfrentaba al “pequeño” Jhonny Matarratas. Todo el mundo comenzó a reírse y rápidamente aceptaron la apuesta.

El Kushistaní comenzó a atacar pero Jhonny parecía esquivar sin demasiados problemas y el combate entro en una singular monotonía, Jhonny esquivaba un par de ataque y contraatacaba con una patada o un puñetazo rápidos y aunque el Kushistaní parecía no inmutarse Jhonny notó como iba mellando su resistencia. El público arengaba a Jhonny que se crecía por momentos.

El combate prosiguió algunos minutos mas y el cansancio por los golpes comenzaba a ser visible en el enorme Kushistaní, en ese momento y de forma casi imperceptible el hombre del sombrero de ala ancha hizo un leve gesto al tipo que se encontraba detrás de el mientras con la otra mano le deslizaba una bolsa llena de monedas. Aquel hombre se puso en pie, vestía una larga gabardina de cuero marrón, unos pantalones ceñidos y unas botas altas. Llevaba el torso al descubierto mostrando unos trabajados abdominales. Su pelo era corto y de un color pardo, casi negro a juego con la arreglada perilla que llevaba. Caminó hasta la puerta y justo antes de cruzarla metió su mano en el bolsillo y miró a Johnny un momento.

La puerta se cerró con el grito de asombro de la gente. El kushistaní había impactado de lleno a Jhonny en el rostro y este cayó inconsciente al suelo. La gente suspiró decepcionada. Los que habían perdido el sueldo de la semana se marcharon a casa, los demás pidieron otra ronda mientras soltaban improperios contra el luchador caído y miraban al tipo del sombrero mientras se marchaba con el dinero de todos.

Cuando Jhonny recuperó la conciencia estaba tirado sobre un montón de basura y algunas ratas correteaban a su alrededor… eso lo traía recuerdos. Intentó ponerse en pie y se encontró una mano tendida, alzó la vista, ante el estaba aquel tipo de la gabardina que recordaba haber visto en la taberna, fuma un cigarrillo y sonreía mientras lo levantaba.

-“Colega, estás hecho un asco, permíteme que te invite a una cerveza… y a un baño, tengo algo que proponerte.”-

Jhonny que no sabía rechazar una invitación semejante asintió y siguió a su recién adquirido compañero de andanzas.

Posada La Gacela Parda, Deimos. Unas horas después.

Jhonny se sentía extraño enfundado en aquellas ropas nuevas. Mantenía su fajín naranja en la cintura, algo de lo que nunca se desprendía, pero ahora lucía limpio, habiendo recuperado su color. Aquellos ropajes que le había facilitado aquel tipo del que ni siquiera sabía el nombre eran de calidad, cómodos y prácticos, aparte se había dado un buen baño de agua caliente, algo que no sucedía en meses, quizá años e iba a dormir en una cama de plumas mullidas, algo que no había sucedido nunca. La noche pintaba bastante bien.

Cuando descendió del piso superior aquel tipo estaba sentado en una mesa reservada en una esquina, tenía una pinta en la mano y fumaba un cigarrillo, cuando lo vio bajar le hizo un gesto con la mano y Jhonny caminó hacia el. Cuando llegó a la mesa se sentó a su lado, el tipo hizo un gesto con la mano y una camarera de voluptuosas formas le sirvió una pinta de cerveza.

-“2 raciones del estofado de ciervo, preciosa”- Dijo el tipo a la chica que asintió con una sonrisa y se marcho dejándolos nuevamente en la intimidad de aquella mesa.

-“Creo que en primer lugar debería presentarme, soy Eric Vargas, encantado.”- Vargas le tendió la mano y Jhonny la estrechó dubitativo:

-“Jhonny… Jhonny Matarratas.”- Vargas soltó una carcajada y después dio una larga calada al cigarrillo expulsando el humo entre risas.

La conversación giró en torno a trivialidades hasta que por fin Vargas cambió su sonrisa por un gesto serio:

-“En fin, vayamos al grano. He visto tus habilidades en combate, eres bueno y creo que podríamos hacer un gran equipo. Ahora mismo me han encargado eliminar a un grupo de bandidos que actúa en el bosque colindante. Pensé que serían 6 y que podría hacerlo solo, pero al final son 10 y muy probablemente escapa a mis posibilidades. Ahí es donde entras tu… estoy dispuesto a darte un 40 por ciento de la recompensa si me echas una manos, y no hablamos de cualquier suma, son 30 monedas de oro.”-

-Treinta monedas de oro… es mas de todo el dinero que ha pasado por mis manos a lo largo de mi vida…”- Pensó Johnny que no tardó mas de cinco segundos en contestar:

-“Acepto, cuando empezamos?”- Johnny sonreía de oreja a oreja.

-“En cuanto venga ese asado…”- Vargas sonrió y se encendió otro cigarrillo.

Zona Boscosa a varias jornadas de Deimos, Deimos. Frontera entre Gabriel y Phaion Eien Seimon.


-“Estas seguro de que aquí hay ladrones todo parece muy…”- Johnny calló de golpe al ver varias ballestas apuntándole. –“Parece ser que si…”- Tragó saliva, si no había contado mal había al menos cinco ballestas. Vargas, a su lado, fumaba tranquilamente.

-“Parece que les hemos encontrado, tienes cinco delante, cuatro a los lados y otros dos detrás. Son 11, parece que me equivoqué, crees que podrás con uno mas?”- Vargas sonreía mientras pronunciaba estas palabras y estudiaba la situación de sus rivales.

-“Jhony, espero que estés preparado para un viajecito que nunca olvidarás.”- Vargas hizo un gesto con su mano y las cuerdas de todas las ballestas se rompieron. Ambos no tardaron ni un suspiro en reaccionar, Jhonny utilizó sus puños para abatir a dos de sus contrincantes, por su parte Vargas eliminó a otro con una espada de energía que había aparecido en su mano.

El combate prosiguió con Vargas y Johnny aprovechando el tiempo que sus rivales empleaban en desenvainar y reponerse del sobresalto para acabar con dos más. Quedaban seis, Jhony lanzó una potente patada al primero de ellos y empleo su Ki para acabar con el segundo al grito de “Dragón de Fuego”. Por su parte Vargas utilizó sus dotes psíquicas para lanzar varios estiletes y acabar con los tres restantes en una sola maniobra, ambos se miraron y sonrieron, hacían buen equipo.

Mientras recuperaban el aliento Johnny se dio cuenta de que su alrededor había cambiado notablemente. Los árboles parecían retorcerse y todo estaba más oscuro, a parte una media neblina impedía ver más lejos de dos palmos. Antes de que Jhonny preguntara Vargas habló.

-“Bienvenido a la Vigilia, Johnny.”- Vargas se encendió otro cigarro y aspiro hondo el humo que le reconfortó. –“Ahora tenemos que encontrar la forma de salir de aquí. A veces lo desencadena un suceso, otras hay que llegar a algún lugar… tenemos que averiguarlo, lo que no hay que hacer es quedarse parado, así que movámonos. Si salimos de está te prometo que te explicaré como ha pasado todo esto.”- Para Johnny la explicación fue mas que suficiente y ambos se pusieron a caminar.

Parecía que andaban en círculos, en todo momento tenían la sensación de que ya habían recorrido aquellos lugares antes, sin embargo estaban seguros de que avanzaban en línea recta. Mientras que Johnny se ponía mas nervioso por momentos, Vargas mantenía la compostura, conocía a la Vigilia, era caprichosa pero siempre acaba mostrando la salida de alguna forma, al fin y al cabo eran intrusos, estaban fuera de lugar, rompiendo el equilibrio de aquel sitio. Entonces se oyó un leve lamento, un ligero sollozo que venía de algún lugar cercano.

-“Ahí está nuestra salida, la Vigilia siempre te muestra la salida, solo hay que seguir sus señales.”- Johnny miró a Vargas como si se tratará de un loco y seguramente no estuviera muy equivocado. Ambos caminaron veloces hacia el origen de aquel lamento y se sorprendieron al encontrar a una niña pequeña acurrucada entre las raíces de un árbol, estaba empapada y muerta de frío, su larga melena rubia que debía llegarle casi a las rodillas estaba calada y revuelta. Cuando alzo la vista ambos se quedaron paralizados por aquella mirada, por aquella mirada inocente que le lanzaban los ojos mas extraños que jamás habían visto, el izquierdo verde, el derecho, azul.

-“Estas bien, pequeña?”- Vargas acercó su mano para retirarla instantes después con un buen mordisco en ella. –“Será…-“. Johnny hizo un gesto para callar a Vargas y se acercó poco a poco a la niña.

-“Hola, me llamo Johnny y este de aquí es Erik, no queremos hacerte ningún daño, solo ayudarte a salir de aquí. Entiendes mi idioma?”- La niña parecía comprender a la perfección las palabras de Johnny pero no contestó, este, confiado ante la reacción de la niña le volvió a tender la mano. La niña tendió la suya y la retiró rápidamente al primer contacto, al ver que Johnny la sonreía y no se había movido ni un ápice volvió a intentarlo, esta vez asiendo la mano de Johnny con fuerza. Este la trajo hacia sí y la arropó con la parte de arriba de su uniforme de combate.

-“Bien, y ahora que tenemos a la cría que demonios se supone que tenemos que hacer.”- Vargas miraba en todas direcciones buscando una pista, algo que le ayudará a sacar a el y a sus dos nuevos compañeros de aquel lugar que no era el suyo y en ese momento la pista llegó cuando un cote apareció de la nada en el hombro de Vargas y este calló de rodillas gritando.

La niña se asustó y se agarró con fuerza al cuerpo de Johnny que buscaba con todo su empeño la fuente de aquel ataque. Miraba en todas direcciones, agudizando al máximo sus sentidos. Y entonces la oyó, una risa que se escuchaba entre los árboles pero que fue incapaz de ubicar.

-“Vaya, con lo difícil que ha sido localizar a esa maldita niñata y resulta que alguien ha sido capaz de encontrarla antes que yo. Admirable, si, admirable.-“ Aquel tipo volvió a reírse, Jhonny se percató de que se movía a gran velocidad entre las ramas de los árboles, aunque siempre se daba cuenta de su presencia unos segundos después de que hubiera abandonado el sitio donde Johnny miraba. Entre tanto Vargas se puso en pie.

-“No sabes a quien has ido a cortar maldito estúpido, te haré picadillo antes de que puedas decir perdón para salvar tu insulsa vida.”- Vargas hizo un gesto con sus manso y de dos cinturones cruzados que llevaba al pecho comenzaron a salir estiletes que flotaban en el aire, con otro gesto los lanzó en múltiples direcciones. Un grito le indicó que había acertado.

-“Malditos estúpidos, había pensado dejaros ir si me dabais a la niña conformándome con haberos amputado un brazo o dos. Pero no, no podíais aceptar la suerte que teníais. Me provocáis, me insultáis, tratáis de humillarme, me obligáis a mataros, si, me obligáis.”- El viento pareció moverse y en el cuerpo de Vargas aparecieron cuatro cortes que sangraron profusamente, dos en los hombros y dos en el pecho, Vargas alzó la vista mientras caía de rodillas al suelo, herido de muerte.

-“Al final me abandonó la suerte.”- Dijo mientras caía definitivamente al suelo, inconsciente.

-“Ahora es tu turno, mestizo, si, es tu turno.”- La voz hablaba entre risotadas que ponían más nervioso a Johnny. Este dejó a la niña acurrucada en el árbol donde la encontraron y se puso delante de ella protegiéndola.

-“Estáis dispuestos a morir por una estúpida cría, que honorable, si, que honorable. Si es eso lo que queréis… MORID!!!!!”- Johnny pudo sentir la ráfaga de viento venir hacia el pero no pudo evitar los golpes, tres cortes se abrieron profundamente en su cuerpo, haciéndolo sangrar. Cayó de rodillas, la vista se le nublaba, las fuerzas le abandonaban, sintió frío, un frío que entraba por los pies y se agarraba fuerte a su propia alma, ese frío arrancaba con rabia su vida, se lo llevaba.

En ese momento pudo ver a su atacante, como se acercaba a la niña. Llevaba dos extrañas armas en cada mano, parecidos a unos chakran, llevaba la cara tapada completamente por unas vendas negras y solo se podían ver sus ojos, sus negros y oscuros ojos, Johnny se prometió a si mismo que no olvidaría esa mirada.

El tipo se acercó a la niña mientras Johnny no podía alejar la vista de el, impotente, inmóvil, miraba como aquel bastardo se acercaba a aquella niña indefensa.

-“Tengo que devolverte viva, si, viva. Pero no me han dicho que no pueda jugar un poco contigo antes, que no pueda divertirme… no creo que les importe si te faltan un par de dedos, si, no creo que les importe.”- La retahíla de aquel tipo fue detenida cuando un fuerte puño impactó de lleno en su rostro lanzándolo un par de metros por el suelo.

-“Márchate, niña, corre, ahora… huye de aquí… arghhh!!!”- Aquel hercúleo esfuerzo había abierto aun más las heridas de Johnny que dejaba un enorme reguero de sangre a su paso. Se mantenía en pie mas por fuerza de voluntad que por su propia fuerza, protegiendo a la niña.

-“Te mataré maldito, te mataré!!!!”- El misterioso hombre gritaba enloquecido mientras se levantaba dispuesto a cargar contra el moribundo tao. Cargó su puño echándolo hacia atrás y sonriente se lanzó contra Johnny que cerró los ojos y se abandonó a una muerte segura mientras pensaba que al menos había podido ganar algo de tiempo para que aquella niña se salvara. Pero la muerte no llegó, abrió los ojos y vio un dorado pelo que ondeaba ante el. La niña con una cara de determinación que no tenía nada que ver con la de miedo que presentaba anteriormente había detenido el golpe con un pequeño revolver plateado. El tipo la miró sorprendido y sus ojos se cruzaron a tiempo de ver como los ojos de la niña se tornaban completamente negros. En ese momento un aura de tremenda energía rodeó a la niña haciendo caer a Johnny de espaldas y obligando al asaltante a recular, las piedras se movieron hasta que el flujo de energía se detuvo. La niña que ante la acumulación de energía flotaba en el aire cayó con suavidad en el suelo apoyando en primer lugar las puntas de sus pies y luego el talón.

El asaltante la miró sorprendido y lanzó un nuevo para llevarse la sorpresa de que la niña ya no ocupaba el lugar donde el hendía su arma. Una patada que lo lanzó varios metros en el aire lo sacó de su ensimismamiento, mientras intentaba recuperar el equilibrio el en aire un impacto con el talón lo lanzó a gran velocidad contra el suelo levantando una nube de polvo enorme cuando impactó contra el.

El tipo se levantó de entre la nube de polvo, su cuerpo estaba lleno de magulladuras y arañazos y de su boca se escapaba un hilillo de sangre. Miró en todas partes buscando a su objetivo pero no lo encontraba. Se escuchó un disparo y un dolor enorme le taladró el hombro. Se escuchó otro, otro mas, así hasta 12, el tipo no caía pese a estar llenó de agujeros de bala que sangraban con profusión.

-“Necesitas mas para tumbarme maldita cría. 12 disparos de bala y ni uno en la cabeza. Estas muerta, me oyes, estas muerta”- Aquel tipo apenas podía moverse cuando la niña apareció frente a el y con un gesto abrió los tambores de los revólveres. De su interior cayeron 12 casquillos que se deshicieron en energía según caían mientras los tambores aparecían repletos de balas nuevamente y con un gesto de su mano los cerró. Alzó las manos y apuntó al tipo. Se oyeron 12 tiros más, esta vez, 12 en la cabeza.

Zona Boscosa a varias jornadas de Deimos, Deimos. Frontera entre Gabriel y Phaion Eien Seimon. Varias horas después.

Vargas abrió los ojos y se encontró con que el sol le daba de lleno en ellos. Los entrecerró… estaba vivo. Se levantó y se miró, sus ropas tenían las marcas de los cortes sin embargo el no mostraba ni un rasguño. Johnny seguía inconsciente pero estaba en el mismos estado que el… ni un rasguño. Aquella niña yacía a su lado inconsciente. No entendía como pero su suerte parecía que volvía a sonreirle, se acerco a Johnny y lo despertó con unas leves palmadas. Abrió los ojos y apunto estuvo de golpear a Vargas hasta que se dió cuenta de la situación, se acerco a la niña y comprobó que seguía viva.

-"Erik, nos ha salvado. Esta niña nos ha salvado... acabo con aquel tipo... ella sola."- Vargas se encendió un cigarrillo.

-Vamos, se de alguien que puede ayudarla."- Dicho esto se giró y comenzó a caminar alejandose del bosque hacia unas colinas cercanas.

Colinas cercanas a Deimos, Deimos. Frontera entre Gabriel y Phaion Eien Seimon. 2 dias despues.


Los dos lucían cansados, dos días andando acababan con caulquiera. A lo lejos por fin vieron una pequeña casa de madera.

-"Anciano!!! Anciano!!! Soy yo, Erik, donde estas? Tengo una urgencia!"- Vargas gritaba con sus últimas fuerzas y vio resueltos sus anhelos cuando un anciano salió por la puerta de la casa. Tenía una larga y poblada barba totalmente blanca y un pelo fuerte y largo que cais sobre sus hombros.

Para sorpresa de Johnny el viejo se movió con mas soltura de la que esperaba y sin que apenas se diera cuenta le quitó a la niña de entre los brazos y la subió lo que quedaba hasta la casa. Mando a ambos a descansar diciendo que se encargaría de todo.

Ambos cayeron rendidos mientras el anciano se quedó encargandose de la niña.
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Varias horas despues ambos despertaron, el anciano había dejado a la niña durmiendo en un sillón y trabajaba en una mesa de alquimia. Los dos esperaron en silencio a que el anciano terminara su trabajo.

Cuando terminó se acercó a ambos con una caja que contenía 12 ampollas de un líquido amarillo.

-"No se exactamente que le sucede a esta niña, en su sangre hay un componente que jamás antes había visto en mi vida. Un líquido negro, y su cuerpo parece depender de el, aunque tambien le da unas carácterísticas únicas, además se le ha manipulado mas allá, tine un cristal psíquico y uno mágico que le permiten usar ambos poderes y ella misma es usuaria del Ki, esta niña puede llegar a convertirse en un mosntruo si llega a depender demasiado de ese líquido. Estas ampollas paliaran los efectos pero no los detendrán, debe tomar una al mes contando a patir de hoy, hay 24, si cuando se acaben necesitais mas podeis venir a por ellas, es todo lo que puedo hacer."-

Ambos escucharon atentamente al anciano y mirandose, en silencio, se hicieron una promesa ese día, velarían por aquella niña que les había salvado la vida, se lo merecía.

Capitulo 2: Diez Espadas

Landhoff, Goldar.

El anciano curandero de la Aldea descansaba calentando sus piernas junto a la chimenea de la pequeña cabaña en la que había residido todos estos años. Fumaba de una pipa de tosca talla pero eficiente quema mientras se mesaba la larga barba blanca. Su nieto cumplía hoy 16 años y debía empezar su viaje de madurez en breve, que le llevaría largos años hasta que volviera a la aldea, a ocupar su puesto… puesto que debería estar ocupando su hijo de no haber muerto deshonrado varios años atrás.

El anciano decidió ponerse en pie, resuelto, pese a que se levantó sin gran dificultad no pudo evitar dejar escapar un leve quejido en el movimiento, Los años no pasaban en balde. Caminó hacia la puerta, la abrió y hasta sus oídos llegó el rítmico sonido del hacha al cortar la leña seca, su nieto, abrigado por la piel de un oso convertido en capa golpeaba los troncos con un hacha dividiéndolos en cada golpe.

-“Anvir, ven aquí.”- Hizo un gesto a su nieto que deteniendo el trabajo alzó la mirada. Al Entender el gesto, colocó la leña que ya había cortado, la cubrió con unas pieles bajo el cobertizo y se dirigió hacia la cabaña.

-“Ocurre algo abuelo?”- Preguntó nada mas cruzar la puerta y cerrarla tras de sí, para dejar el frió invernal del otro lado.

-“Siéntate, hijo mío, tenemos que hablar.”- El anciano se puso serio y miró directamente a los azules ojos de Anvir, que al sentarse retiró la parte de la cabeza del oso de su capa, que hacía las veces de capucha. –“Hoy cumples 16 años, ya eres casi un hombre, has aprendido todo lo que yo podía enseñarte y has llegado mas allá.”-

-“Abuelo, tu todavía tienes mucho que enseñarme…”- El anciano paró a Anvir con un gesto.

-“No me interrumpas, jovencito. Como he dicho yo ya no tengo nada que enseñarte, ha llegado el momento en que partas de Landhoff en busca de ti mismo y vuelvas convertido en un hombre de verdad. Para ello te voy a encargar una tarea.”- El anciano se levantó y abrió un pequeño cofre que descansaba junto a la chimenea, cogió un bolsa que sonó con un ruido metálico y unos papeles y entregándole en primer lugar el papel dijo: -“Este es un mapa de Gaia, la tierra donde todos vivimos, tierras mas allá de Goldar, mas allá de Los Yermos Gélidos. Tierras que tu has de conocer por el bien de todos nosotros, pues el mundo está cambiando por mucho que Goldar no quiera cambiar con el.”- El anciano hizo una pausa y le entregó la bolsa.- “En esta bolsa hay oro que he ido guardando durante estos 16 años para tu viaje, pero no lo desperdicies, resérvalo para cuando no tengas otro remedio y vive de lo que sabes hacer, con orgullo y determinación.” – Anvir aceptó la bolsa y miró a su abuelo sorprendido mientras se dirigía a un armario que jamás había visto abierto en todos estos años y sobre el que jamás le dejaron preguntar. Su abuelo cogió una llave que llevaba colgada en su pecho y lo abrió. De dentro tomó un extraño hacha, de la envergadura de un escudo y que se podía asir como tal, es mas, de no ser por que estaba afilada, hubiera pasado como tal. Ceremonialmente y en silencio se la tendió a su nieto con las dos manos extendidas: -“Este es el arma de la Clan Chieftain, legada de padres a hijos generación, tras generación. Devuélvela el honor que le arrebató tu padre.”- Anvir miró a su abuelo a los ojos mientras el orgullo invadía todo su cuerpo.
-“No te fallaré abuelo. Volveré convertido en un hombre y seré el orgullo del Clan. Partiré ahora mismo.”-
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El anciano patriarca del Clan Chieftain miraba lleno de esperanza como el último descendiente de los suyos partía en busca de la sabiduría y la experiencia que debían convertirlo en el heredero del clan. Con el arma de la familia a su espalda, el arco y las flechas y la capa de oso le recordaba a los grandes guerreros del pasado, al fin y al cabo el estaba destinado a convertirse en el gran guerrero del futuro. Quizá debería haberle dicho antes de marcharse que su padre no fue un paria y un deshonrado, si no que ya salvó al mundo dando su vida en otro tiempo.
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2 Años después. Pernov, Dalaborn.

El viaje de Anvir había sido productivo, había decidido guardar un recuerdo de cada uno de los pueblos y ciudades que había visitado en su devenir. Ya había recorrido todas las tierras del Noreste y ahora se dirigía hacia la capital del imperio, Arkangel. Había recorrido parte de Goldar en el camino a la capital y ahora estaba, según su mapa, en Dalaborn. Llevaba ya casi tres días sin comer algo mas que pan sin levadura y cecina seca axial que decidió internarse en el bosque a cazar. Caminó unos pasos y pronto vio una posible presa, una liebre bastante grande que descansaba a la sombra de un cedro. Cuando se dispuso a disparar algo asustó a su presa, reaccionando rápidamente Anvir se giró y apunto a la fuente de la perturbación.

Cuatro hombres apuntaban con sendas ballestas a Anvir y dos mas se acercan con lanzas, apuntadas hacia el para mantener la distancia. Al ver su uniforme Anvir dedujo que debía de tratarse de la guardia de la ciudad cercana, Pernov, si no recordaba mal, axial que decidió arrojar el arco y las flechas al suelo.

-“No se mueva! Queda detenido en nombre de la duquesa Illylaya Knobel por crímenes contra Dalaborn.”- El que parecía ser el cabecilla de aquel grupo habló dirigiéndose a Anvir.

-“Pero… eso es imposible, es la primera vez que piso Dalaborn”- Anvir, totalmente confundido ante tales acusaciones trató de defenderse, entonces uno de los guardias, envalentonados ahora que estaba desarmado le increpó:

-“Todos los “salvajes” sois iguales… merecéis morir todos”- Anvir, viendo herido su orgullo dio un paso hacia delante solo para verse detenido por las puntas de las lanzas sobre su pecho. Justo en el momento que fue a hablar una suave voz femenina le interrumpió:

-“Salvajes dices, aquí los únicos salvajes sois vosotros, increpando y amenazando con vuestras armas a un hombre inocente contra el que no tenéis ninguna prueba”- Todos los soldados se quedaron paralizados un momento, hasta que el capitán habló:

-“Quien anda ahí? Muéstrate!!”- El capitán increpó a la persona que hablaba desde la maleza. En ese preciso instante una bella muchacha de piel pálida y un largo pelo negro liso salió de entre los matorrales. El flequillo le cubría el rostro, vestía una capa entre marrón y verde y bajo esta una cota de cuero perfectamente ajustada, manchada y vieja, pero de calidad. En su espalda, en una discreta vaina marrón descansaba una espada que tenía una empuñadura de gran manufactura, de tonos azulados. El capitán pareció quedarse helado ante la visión de aquella persona:

-“Señorita Never… esto… es que el es un sospechoso… usted sabe mejor que nadie como están las cosas, no podemos permitirnos errores…”- El capitán parecía bastante nervioso ante la situación.

-“Entonces yo directamente responderé por el.”- La joven respondió con decisión y determinación.

-“Pero es que…”- El capitán intentó rebatir a la joven pero está lo cortó en seco.

-“Es que dudáis de mi palabra?”- Clavó su mirada en el capitán y este, sin responder nada miró a sus hombres y dijo:

-“Está bien, dejadlo ir, sigamos con la ronda.”-

El grupo de soldados se marcho y Anvir recogió su arco del suelo, a continuación miró a la recién llegada, aunque trataba de ocultarlo se veía que era solo una niña.

-“Gracias.”- Añadió sincera, pero secamente Anvir.

-“Tendrás que disculparlos, corren tiempos difíciles por aquí, un clan de Goldar está lanzando continuos ataques, utilizando enormes bestias para ello y todo el mundo está muy nervioso.”- Anna hablaba mostrando una bellísima sonrisa de oreja a oreja, aunque su mirada era triste por la situación.

-“Lo entiendo perfectamente, yo hubiera hecho lo mismo en su lugar. Por cierto, no me he presentado, mi nombre es Anvir Chieftain, encantado”.- Anna trató de disimular la sorpresa que le provocó que aquel goldariano fuera tan educado.

-“Anna Never, un placer.”- Anna estrechó la enorme mano que le tendía aquel hombre.- “Dado que la guardia ha espantado tu cena, que te parece si te invito a cenar?.”- Anvir dudó un segundo y luego asintió:

-“Normalmente rechazaría la invitación, pero me muero por algo caliente”- Se ajustó su arco al hombro y siguió a la chica camino a Pernov.
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La taberna era de bastante calidad, muy limpia y ordenada. De los mejores sitios en los que había estado Anvir en estos últimos 2 años de viaje. La joven pidió agua fría para ella y cerveza para él, y unas raciones de carne asada y caldo. Ambos comieron en silencio, sin saber muy bien de que hablar hasta que Anvir rompió el silencio:

-“Sabéis que clan está realizando esos ataques?”- Dijo dejando de comer temporalmente. Anna lo miró fijamente y respondió.
-“No, no conocemos muy bien los clanes de Goldar, solo sabemos que son salvajes y utilizan bestias de todo tipo para causar el terror.”- Anna hablaba para después dar un leve sorbo al vaso de agua.

-“Skulling… me lo imaginaba. Son los únicos que utilizarían esos métodos. Son sanguinarios y crueles, nada que ver con mi pueblo, ahora entiendo por que los guardias estaban tan nerviosos.”- Anvir hizo una pausa y tragó saliva. –“Los Skulling tienen muchos hombres, si quisieran podían arrasar esta ciudad.

-“Seguramente, pero parece ser que es un pequeño grupo, de no mas de 100 hombres, yo sospecho que alguien le está suministrando armas y equipo y están utilizando Pernov como campo de pruebas, pienso ir a averiguarlo”-

-“Tu sola? Estás loca, morirás.”- Dijo Anvir sorprendido.

-“No me subestimes, soy fuerte.”- Dijo Anna con una pose, pretendiendo parecer orgullosa.

Anvir sonrió: -“No pongo tu fuerza en duda. Pero en el clan Skulling se entrena a los hombres para la guerra, desde que nacen. Y son 100 de ellos, no creo que puedas con todos. Pero… si estás decidida a ir, iré contigo.”

Anna miró entre sorprendida y agradecida al Bárbaro: -“Supongo que no servirá de nada si te digo que no vengas, verdad?”- Anvir se limitó a responder con una sonrisa.
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Campamento Skulling. Frontera entre Goldar y Dalaborn, a pocos kilómetros de Pernov.

Las llamas de varias pequeñas fogatas lamían las paredes rocosas de la falda de las montañas. Proyectando alargadas sombras que hacían, si cabía más tenue el lugar. Como si fueran vivos acompañantes de los miembros del clan Skulling las sombras parecían haber acampado con ellos, oscureciendo más si cave la zona.

4 hombres vigilaban una jaula improvisada con fuertes barrotes de madera, donde un apaleado bárbaro yacía en el suelo. Se estremeció un segundo y abrió sus amoratados ojos a tiempo de ver como el cabecilla de esa sección del clan se acercaba a el.

-“Vaya, parece que Thorleif, el traidor, ha despertado por fin”- Dijo el jefe, sonriendo, su pulcramente afeitada cabeza contrastaba con su sonrisa a la que faltaban varias piezas convirtiendo aquella expresión amenazante en algo cómico.
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Anna y Anvir estaban ocultos tras unas rocas, desde donde se encontraban podían ver perfectamente el campamento Skulling. A diferencia de lo que esperaban encontrar todos los hombres del campamento estaban despiertos y formaban un circulo en un llano cercano. Dos de ellos llevaban a un hombre encadenado, ataviado con poco más que un taparrabos al centro de ese círculo. Lo arrojaron con violencia dentro de el y el que parecía ser el jefe caminó hacia el reo y parece que le dijo algo. A un gesto del jefe algunos de sus hombres acercaron nueve jaulas que temblaban con el movimiento y los rugidos que salían de su interior.

-“Van a matarle… tenemos que ayudarle”- Anna trató de salir corriendo hacia el campamento pero la mano de Anvir la detuvo.

-“No podemos”- Anvir habló seriamente, sin apartar la vista del campamentos y con el puño derecho fuertemente apretado, casi cortándose la circulación por completo.

-“Pero van a matarle…”- Anna intentó convencer a Anvir para intervenir, este se giró y la miró a los ojos:

-“Para nuestro pueblo hay dos tipos de batallas, las que se luchan para conservar la vida y las que se luchan para conservar el honor. Si intervenimos quizá viva, pero habrá perdido esta batalla, y perder el honor es mucho peor que la muerte.”- Anna pareció comprender y frustrada se mantuvo al margen contemplando el combate en la distancia.
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Thorleif vio como traían las jaulas. Había oído los rumores sobre que el Clan Skulling usaba bestias en lugar de hombres para el ritual de las 10 espadas, soltándolas de una en una contra el condenado, pero ahí había solo nueve jaulas. Parpadeó un momento y entonces lo comprendió. Ante el se alzaba un hombre enorme incluso para ser bárbaro que portaba un hacha que una persona normal no podría levantar ni con todas sus fuerzas… y el la llevaba con una sola mano. A una señal del jefe la condena dio comienzo.

-“Ahora podré matarte sin problemas, ni siquiera tendrás que enfrentarte a las bestias… deberías darme las…”- Aquel gigante fue interrumpido bruscamente cuando la frente de Thorleif impactó de lleno en la suya. Se le quedaron los ojos en blanco y el tipo calló inconsciente. Thorleif le arrebató el hacha, la empuñó y manejándola con una sola mano separó la cabeza del cuerpo de aquel tipo en un solo movimiento. A continuación asiento el arma por la parte de arriba apoyó la base del mango en el suelo. Los demás miembros del Clan Skulling retrocedieron en posición de guardia, esperando el ataque de Thorleif.

-“Faltan nueve…”- Thorleif habló, la rabia bullía en sus ojos… iba a demostrar a todos aquellos que allí los únicos culpables eran ellos… después los mataría.
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Thorleif se apoyaba en su hacha para no caer al suelo, una docena de cortes surcaban su pecho y brazos, tenía varios músculos desgarrados, a su alrededor yacían los cuerpos de 9 bestias enormes, como versiones crecidas de sus homónimos normales, desde un oso hasta un tigre blanco.

El jefe del clan Skulling había cambiado su estúpida y mellada sonrisa por una expresión de asombro que fue creciendo cada vez que Thorleif se negaba a morir eliminando a una mas de sus bestias. Sus hombres, temerosos se alejaban de aquel demonio que había conseguido algo impensable. El jefe del clan Skulling ordenó a sus hombres que eliminaran al reo, pero ninguno parecía atreverse, paralizados por el miedo, hasta que un grito los sacó de su ensimismamiento: -“¡¡¡¡¡AHORA!!!!!”-
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El terreno estaba cubierto de sangre, reinaba un gran silencio que solo rompía el tartamudeo de terror del jefe mientras suplicaba por su vida. El último hombre del clan Skulling, el líder, no solo había perdido su honor al no respetar el ritual, si no que ahora suplicaba como un niño. Anvir cogió el hacha que Thorleif había usado durante el combate y se la tendió a este:

-“Todo tuyo, tienes el derecho”- Anvir dijo mientras se alejaba con Anna de aquel lugar.- “Te esperaremos tras aquella colina”.-
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Pernov, Dalaborn. Algunas horas después.

Illylaya Knobel ojeaba varios papeles en su despacho. Al parecer la ayuda que habían pedido a Arkangel iba a demorarse… una vez mas, con esta ya iban 4 peticiones “demoradas”. La preocupación era patente en sus ojos, si no recibían ayuda pronto Pernov acabaría cayendo en manos de aquellos salvajes, ya habían muerto muchos buenos hombres para defender la ciudad.

Unos golpes sobre su puerta sacaron a Illylaya de sus preocupaciones:

-“Estoy ocupada, volved mañana”- Dijo ella, se encontraba demasiado cansada como para seguir atendiendo sus responsabilidades a aquellas horas.

-“Es urgente, mi señora.”- El soldado del otro lado parecía emocionado, casi feliz, algo poco común entre sus hombres en aquellos tiempos difíciles.

-“Adelante, pasa. ¿Qué es tan urgente que no puede esperar a mañana?”- Dijo con tono cansado.

-“Los salvajes… han sido eliminados… por tres personas.”- El soldado hablaba entrecortado, emocionado.

-“¿Has bebido? Es imposible que tres hombres hayan derrotado a todos los salvajes.”-

-“Los encontramos exhaustos cerca de donde se encontraba el campamento de los salvajes, nuestros exploradores lo han comprobado, no queda uno vivo.”- El soldado estaba más exultante por momentos.

Illylaya sonrió sinceramente por primera vez en los últimos meses, se levanto de su asiento y ordenó a su soldado: -“Llévame ante ellos soldado”- El soldado asintió y ambos fueron casi a la carrera a la enfermería donde se encontraban sus tres héroes.
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Thorleif dormía en una cama, prácticamente sedado y cubierto de vendas. Sus heridas eran graves, pero su vida no corría peligro. Anvir y Anna mantenían una discusión sobre si era necesario haber matado a todos aquellos hombres cuando Illylaya y el soldado entraron en la sala.

-“Así que estos son los tres valientes que han librado a Pernov de la desgracia. Dalaborn y especialmente esta ciudad estará eternamente en deuda con vosotros”-

-“Solo hemos ganado tiempo, el clan Skulling es inmenso, tiene decenas de miles de hombres, y en esta avanzadilla no había mas de cien. Vendrán, vendrán mas y en mayor número, solo os hemos ganado tiempo para preparar las defensas o retiraros a un lugar mejor defendido.”- Anvir habló apesadumbrado por no poder servir de más ayuda a aquella gente.

-“No podemos marcharnos, casi nadie de esta ciudad querrá abandonar sus casas, abandonar los que han sido sus hogares durante generaciones. La mayoría prefieren morir aquí a tener que marcharse… si al menos llegara la ayuda de Arkangel…”- La alegría de la que gozaba Illylaya hacía tan solo unos segundos se había desvanecido por completo para dar paso a una profunda tristeza que acabaría por tornarse en desesperación.

-“Yo me dirijo hacia Arkangel, quizá podíamos llevar un mensaje que fuera mas urgente, además mi padre es un rico comerciante, quizá el pueda ayudar a dar peso a vuestra petición, haré que la envíe con el mensajero mas rápido.”- Anna se puso en pie mientras intentaba devolver el ánimo a Illylaya.
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Puerta Oeste de Pernov. Dalaborn. 3 días después.

Los ciudadanos de la Pernov se agolpaban en la puerta para despedir a sus héroes. Los tres saludaban tímidamente a la gente que agradecida les obsequiaba con lo que podían. Una vez en la puerta los tres se miraron.

-“Gracias por todo lo que habéis hecho por mi. Si en el futuro nuestros caminos se cruzan estaré orgulloso de poner mi martillo a vuestro servicio.”- Thorleif, que aun no se había recuperado por completo caminaba apoyado en una muleta fabricada con una enorme rama de roble.

-“Entonces vuelves a Goldar?”- Anvir preguntó a Thorleif mientras le miraba a los ojos. –“Es una pena, hubieras sido un gran compañero de viaje”- Anvir puso su mano en el hombro de Thorleif, este se giró mientras Anna y Anvir se despedían de el.

-“De verdad que no tienes por que venir conmigo.”- Anna hablaba a Anvir mientras caminaba dirección oeste.

-“Simplemente compartimos camino, yo estoy conociendo el “mundo” y mi camino ahora me lleva hacía las tierras del imperio. Además esta bien viajar con alguien”- Anna solo asintió a su nuevo compañero de viaje y ambos prosiguieron el camino.